ESTRONISMO
SIN STROESSNER
Hay varias diferencias entre la situación
paraguaya actual y la que prevalecía en el país hace 27 años, cuando fue
destituido por orden exógena el General Alfredo Stroessner, en una operación
que se pretendió pasar por un Golpe de Estado, pero que resultó un simple
gatopardismo que se desliza cada día más hacia un régimen privatista y represor,
violador de derechos laborales y con cuatro familias monopolizando los medios
de comunicación.
En la noche del 2 de febrero de 1989 y en la
madrugada del 3, se produjo una serie de movidas militares, en sus primeras
escaramuzas fallidas, con epicentro en la Caballería que, casi por azar,
desembocaron en el apresamiento del octogenario Stroessner, al que ya había
abandonado Estados Unidos después de 35 años de debida obediencia
anticomunista.
En su desplazamiento del poder y su
inmediato exilio dorado en Brasil, hasta su muerte hace unos ocho años,
conspiró abiertamente la masonería paraguaya en la persona de Conrado
Pappalardo, Jefe del Gabinete, una especie de Primer Ministro durante 25 años,
con estrechos vínculos con la familia Rockefeller y, por ende con el
Departamento de Estado y el Pentágono, quien consiguió mover las piezas según
las indicaciones del imperio, facilitado por el miedo que imperaba en la cúpula
militar, en el Partido Colorado y entre empresarios privados, aferrados todos a
conservar sus privilegios.
En la vereda de enfrente, se movía una
oposición activa en el reclamo de poner fin a la dictadura, sin que ello
significara alguna propuesta de cambio en profundidad, razón que la incapacitó
para vertebrarse en una fuerza unificada en base al compromiso asumido en las
movilizaciones por personalidades y sectores sociales interesados en construir
un país diferente sobre las ruinas dejadas por el estronismo, omnipresente en
los aparatos copulares de los dos viejos partidos, el Colorado y el Liberal.
El peso emocional imperante en ese tiempo
en la sociedad, y la debilidad ideológica de la militancia popular, resultante
de décadas de oscurantismo cultural, en un país que no había llegado a la fase
capitalista de su estructura estatal, sin industrias ni clase obrera
significativa, fragmentadas las organizaciones campesinas, víctimas del
caciquismo y de la ausencia de debates de reconocimiento de la política como
actividad noble, fue aprovechada con inteligencia por el imperio para crear
cientos de ONG, cooptando al grueso de los jóvenes más activos, convertidos en
directivos o simples funcionarios, descabezando de un plumazo las esperanzas del surgimiento de una nueva
generación de militantes sociales y políticos.
Washington había decidido entonces cambiar
las carátulas de varios de los gobiernos de la región, tras cumplir su misión
de arrasar con el grueso de la militancia política más avanzada y comprometida
de la segunda mitad del siglo pasado, darle vacaciones a la Operación Cóndor,
tras su reguero de muertes y de saqueos, y sustituir a los impresentables
generales, coroneles, y sus socios civiles, por líderes de la derecha
conservadora, prometiendo democracia y el “nunca más” de la perversidad que
había envilecido la vida social del subcontinente durante 25 años, desde 1964 hasta
1989.
Comenzaba una transición todavía indefinida
hoy, congelada por una derecha que luego de un corto pasaje mostró sus planes
de gobernar para la minoría rica, vendiendo en muchos casos empresas públicas,
en una línea entreguista que se comenzó a cortar cuando surgieron gobernantes
desobedientes a Estados Unidos, con prácticas autónomas en ciertas áreas que,
al quedarse en un asistencialismo loable, han estimulado a las fuerzas más
retrógradas que resurgen fortalecidas y muy vengativas.
En Paraguay sobresalen tres diferencias
claras. 1) La parte más grosera y agresiva de la represión del Estado, ahora se
ejercita menos en las ciudades, focalizada en el campo, en una persecución sin
cuartel de las organizaciones de labriegos que reclaman reforma agraria y la
recuperación de unos ocho millones de hectáreas ocupadas por familias del
círculo íntimo de la tiranía, parte de las cuales han vendido a inversores
extranjeros.
El diseño estratégico comenzó hace una
década y contempló alimentar, con abundante cobertura de prensa, a un incipiente
grupo de jóvenes que tímidamente anunciaban combatir al sistema con el Ejército
del Pueblo Paraguayo (EPP), devenido una entelequia guerrillera que, a poco
andar, se convirtió en pretexto de las Fuerzas de Tareas Conjuntas,
Ejército-Policía, acusadas de profunda corrupción en sus filas jerárquicas, para
aniquilar a los cuadros políticos más jóvenes, a simples campesinos y a
periodistas que se han animado a denunciar una parte ínfima del narcotráfico,
el rollotráfico y otros delitos que asolan vastos sectores del territorio
nacional, en particular en las fronteras con Brasil, Argentina y Bolivia,
utilizando las estancias y sus decenas de pistas clandestinas.
2) La corrupción administrativa se ha
incrementado, así como el endeudamiento del país, en particular desde junio del
2012, cuando un Golpe de Estado Parlamentario terminó con cuatro años del
Gobierno de Fernando Lugo y su política de sensibilidad social, retornando al
Ejecutivo (el Judicial y el Legislativo siempre les pertenecieron), la vieja
componenda Liberal-Colorada, privatista, sometida a los consorcios
transnacionales, ofreciendo el país “como mujer linda y fácil” (Presidente
Horacio Cartes) a los inversionistas privados, algunos de los cuales han
levantado una veintena de suntuosos edificios de treinta pisos, y llenado el
país de expendidores de combustibles, shoppings, playas con miles de vehículos
asiáticos usados y muchos cero kilómetro de más de 200.000 dólares, y una
infernal trenza de especulación financiera, que orada incluso al poderoso
sistema cooperativo.
Liberado del autoritarismo y miedo que
Stroessner había sembrado en el país, el sector más elitista y excluyente ha
ido montando sin tapujos en su descomposición moral a la sombra de un Estado
servil, que se ufana en introducir maquiladoras extranjeras, mientras mantiene
los hospitales vaciados de insumos, en medio de una epidemia de dengue y varios
casos de zika, escuelas vueltas taperas, los pueblos indígenas convertidos en
parias, y con dos millones de personas en la miseria, más de un millón de niños
desnutridos (FAO, UNICEF), en una población residente menor de siete millones, más
un tercio que ha emigrado.
3) La descomposición moral de la sociedad,
sin límites en los extractos de mayor poder financiero, tiene en el pañuelo
empresarial local a uno de sus focos más pervertidos, a la par del poderoso
movimiento cooperativo convertido en financieras privatizadas por los núcleos
que se rotan cada año en la dirección, aunque, y sin la menor duda, más dañino
y abyecto que esas dos expresiones, es el tejido educacional, basado en la
memoria, enemigo del razonamiento, acomplejado hasta los huesos frente al
discurso venido de las potencias occidentales, en especial de Estados Unidos,
ignorando o haciéndose cómplice sus docentes con poder de decisión, de la
estrategia de sometimiento colonialista.
Enfrente, surgió a fines del año pasado un
estimulante movimiento estudiantil, contra la corrupción imperante en colegios
y universidades, que logró desenmascarar a jerarcas eternizados en los cargos
de rectores y decanos, pero que fue perdiendo fuerza en la medida que careció
de capacidad para proponer una nueva política nacional de desarrollo integral
del país y en beneficio de las mayorías, víctimas de una desigualdad social de
las más trágicas que registra el mundo.
Ese debilitamiento de la juventud, que
comenzó en los liceos y se extendió a las diferentes facultades y, durante un
mes, copó el campus universitario, defendiendo la autonomía de la principal
casa de estudios frente a los intentos represivos, se explica en parte por el empobrecido
movimiento sindical, los reiterados fracasos en los intentos de unificar
fuerzas en torno al Congreso del Pueblo, que impulsa la Federación Nacional
Campesina, sin dudas la organización mejor pertrechada, más pujante y unida en
todo el abanico popular, en el que se observa el desmembramiento de algunos
emblemas, ofreciendo un panorama poco inquietante para un gobierno enemigo de
la integración regional y muy inclinado a los planes de Estados Unidos en el Pacífico.
JOSE ANTONIO VERA, desde Asunción.
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