02 febrero, 2021

Matar al Peronismo, o el elogio a la impotencia "siniestra"

 


Una buena síntesis, de lo que para mi, es un ejercicio de impotencia permanente de algunos sectores de "izquierda", "progres" y otres.

Ezequiel Gil Lezama-autor (https://www.facebook.com/eglezama)

Ni sapos ni contradicciones: las bases peronistas, el ajuste y la crisis

Suele ser muy habitual en la izquierda argentina (toda ella, del trotskismo al guevarismo, pasando por el maoísmo) jugar con la idea de que las “bases” peronistas expresan, en verdad, otros intereses políticos, pero son “cooptadas”o “engañadas” o confían “erróneamente” en una dirigencia que, tarde o temprano, “no va a fondo” o las “traiciona”.

Después de todo, presa de un obrerismo simplón, la izquierda parece no creer que fracciones obreras puedan tener una conciencia reformista. Como separan “bases” de dirigencia (dirección que, paradójicamente, construyen y votan todos los días las mismas bases en los sindicatos, municipios, provincias o nación) y cuando viene el ajuste o alguna represión peronista tienen que explicar por qué esas “bases” no rompen con la dirigencia, la izquierda recurre a las famosas “contradicciones” o, más ridículo aún, “tragar sapos”. Allí, entonces, arranca una tarea frenética por “desenmascarar” al peronismo (como si el peronismo no fuera tan burgués, ajustador, empobrecedor y represivo como la “derecha”) a través de explotar las “contradicciones” en las bases.

El resultado final de este verdadero friendzoneo político, al menos en los últimos 50 años, es una izquierda cada vez más peronizada (en su versión ficticia de peronismo combativo, honesto y con control obrero) que, sin embargo, no logra ninguna ruptura política relevante de las “bases”, que siguen votando, normalmente, al peronismo. Como tampoco acostumbra a evaluar críticamente su accionar, las posibilidades de analizar y, de ser necesario, corregir el rumbo no aplican. ¿Acaso ningún militante de izquierda se detuvo a preguntarse, seriamente, por qué la pérdida de votos después de cuatro años de macrismo? En las elecciones presidenciales de 2015, el FIT (sumando al MST) reunieron 908 mil votos, mientras que en 2019 obtuvieron 579 mil votos. Adivinen qué partido sumó esos 329 mil votos perdidos. Que después de cuatro años de un gobierno “derechista” paupérrimo, con crisis, deuda externa y ajuste por todos lados, la izquierda no logre, ya no crecer, mantener al menos los votos debiera ser un llamado de atención que ningún balance condescendiente ni excusas de “elección polarizada” podrían tapar. Pero no hay peor ciego que quien no quiere ver, sobre todo si la estrategia de las “contradicciones” y el “desenmascaramiento” rapiña algún corte de boleta y se accede a alguna banca.

El problema, al cabo, es la caracterización equivocada del peronismo que hace la izquierda. El peronismo, en suma, no es un dispositivo político externo, pensado para “contener” a los obreros. Es la forma política que expresa la estructura socio-económica del capital en este espacio de acumulación. Es decir, está constituido por una alianza entre fracciones obreras y burguesas, cuya necesidad de subsistencia es mutua. Las “bases” peronistas precisan, para la producción y reproducción de sus vidas, del capital improductivo (pymes sobre todo) que predomina y conduce este país. El peronismo, por tanto, no es más que el continente político de esa alianza material de clases. Decir que hay “contradicciones” o creer que desde “afuera” de tal alianza la izquierda podrá radicalizar a las “bases” peronistas, es, primero, ignorar que en toda alianza existen “internas” que no llegan a la ruptura y, segundo, creer que el peronismo es un mero partido político más y no la forma política necesaria de existencia del capital (y de los obreros atados a él) en este espacio local de acumulación.

Por esta sencilla razón no importa que el peronismo reprima y desaloje dos, tres, mil Guernicas o desaparezcan cien Facundos Astudillos o ajusten hasta reventar a los jubilados. No hay contradicciones ni ningún peronista traga sapos, tampoco excusas ni dirigentes “traidores” que “no van a fondo”. Es la simple defensa de sus condiciones de vida. Es por ello que la izquierda debiera, tal vez, analizar qué fracción obrera sí porta la potencialidad histórica de centralizar el capital, organizarla, caracterizar al peronismo como el enemigo principal y enfrentarlo. Al fin y al cabo, si se pretende destruir al capitalismo en este país hay que destruir al peronismo, incluyendo las fracciones obreras que lo constituyen políticamente.




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