CALW, Alemania — Cuando los alemanes salían de su confinamiento por coronavirus en mayo, unos comandos policiales pararon frente a la propiedad rural de un sargento mayor de las fuerzas especiales, la unidad militar secreta más entrenada del país.
Traían una excavadora.
El apodo del sargento mayor era Ovejita. Se sospechaba que era neonazi. Enterrados en el jardín, la policía encontró dos kilogramos de explosivos plásticos PENT, un detonador, un fusible, un AK-47, un silenciador, dos cuchillos, una ballesta y miles de municiones, muchas de las cuales se cree que fueron robadas al ejército alemán.
El gobierno ahora comienza a despertar. Los casos de extremistas de derecha en el ejército y la policía, con algunos que acumularon armas y explosivos, se han multiplicado de manera alarmante. Los principales funcionarios de inteligencia y altos comandantes de la nación ahora actúan para enfrentar un problema que se ha vuelto demasiado peligroso como para ignorarlo.
El problema se ha profundizado con el surgimiento del partido Alternativa por Alemania, o AfD, que legitimizó una ideología de extrema derecha que utilizó la llegada de más de un millón de inmigrantes en 2015 —y más recientemente la pandemia de coronavirus— para generar una sensación de crisis inminente.
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