Un debate que, aunque censurado, recién comienza investigación y ensayos falaces en la industria farmacéutica
Informe y traducción Surysu (www.surysur.net)
La “segunda noticia” más censurada en Estados Unidos en el año académico 2015-2016 aborda la corrupción de la industria farmacéutica, que financia investigación y ensayos clínicos falaces como, por ejemplo, sobre las bondades de la paroxetina, para lograr su prescripción médica en casos de depresión del niño y el adolescente.
En rigor, si el medicamento en estudio, la parotexina y sus ensayos resuyltaron finalmente tan ineficaces como un placebo, aunque tuvieron severos efectos secundarios, el fraude le costó al laboratorio GlaxoSmithKline (GSK) 3 mil millones de dólares en multas.
“Algo ha venido fallando fundamentalmente en una de nuestras creaciones humanas más grandes”, escribió en abril de 2015 el redactor Richard Horton de The Lancet. Describiendo el resultado de un simposio celebrado ese mes en el Reino Unido sobre la reproductibilidad y la confiabilidad de la investigación biomédica, Horton lo resumió como “un caso en contra de la ciencia”. Dijo: “Mucha de la literatura científica, quizás la mitad, simplemente puede ser falsa. La ciencia se ha dado una vuelta hacia la oscuridad, afligida por estudios con muestras de pequeño tamaño, efectos minúsculos, análisis exploratorios inválidos y conflictos de intereses flagrantes, así como una obsesión por perseguir tendencias de moda de importancia dudosa… Es alarmante la apariencia endémica del evidente mal comportamiento de la investigación”.
Horton no es el primer redactor de un diario médico prominente que despierta estas inquietudes. En 2009, Marcia Angell, ex editora del New England Journal of Medicine, hizo reclamos similares en un artículo para el New York Review of Books: “Simplemente no es posible seguir creyendo en muchos informes de investigación clínica publicados, o confiar en el juicio de médicos de confianza o en instrucciones médicas autoritarias. No me da ningún placer esta conclusión, que alcancé lenta y a regañadientes durante mis dos décadas como editora del New England Journal of Medicine”.pastillas
Criticando la influencia indebida de la industria farmacéutica en la profesión médica, Angell concluyó que se requiere “la rotura frontal de un modelo de comportamiento extremadamente lucrativo”. El editorial de Horton en Lancet repitió la evaluación de Angell: ¿“Pueden ser inamovibles las malas prácticas científicas? Parte del problema es que nadie está correctamente incentivado. En su lugar, estimulan a los científicos para ser productivos e innovadores”.
Ningún estudio biomédico personifica mejor que el Estudio 329 la corrupción y los notorios conflictos de interés conocidos desde adentro por críticos como Angell y Horton, ahora un notable ensayo clínico publicado en 2001 en el Diario de la Academia Norteamericana de Psiquiatría del Niño y el Adolescente. El Estudio 329 reportó que la paroxetina –comercializada por Smithkline Beecham (ahora GlaxoSmithKline, o GSK) como Paxil en EEUU y Seroxat en el Reino Unido– era segura y efectiva para tratar la depresión en niños y adolescentes. Una campaña de marketing de GSK levantada con publicidad del Estudio publicado, exaltó “la notable eficacia y seguridad de la droga“, que llevó a los médicos a prescribir Paxil a más de dos millones de niños y adolescentes de EEUU a finales de 2002.
Sin embargo, al cabo de un año del informe original, la Administración de Alimentos y Drogas de EEUU (FDA, su sigla en inglés) declaró “ensayo fallido” al Estudio 329 porque otras pruebas indicaron que a adolescentes a quienes prescribieron la droga para tratar la depresión no les fue mejor que a otros tratados con un placebo. En 2003, los reguladores británicos de drogas dieron instrucciones a los médicos de no prescribir Seroxat a los adolescentes. En 2012, en lo que el Ministerio de Justicia de EEUU describió como “el fraude más grande de asistencia médica en la historia estadounidense”, GSK pagó tres mil millones de dólares en multas para salvar su responsabilidad en denuncias de fraude y fallas en reportar datos de seguridad.
En rigor, si el medicamento en estudio, la parotexina y sus ensayos resuyltaron finalmente tan ineficaces como un placebo, aunque tuvieron severos efectos secundarios, el fraude le costó al laboratorio GlaxoSmithKline (GSK) 3 mil millones de dólares en multas.
“Algo ha venido fallando fundamentalmente en una de nuestras creaciones humanas más grandes”, escribió en abril de 2015 el redactor Richard Horton de The Lancet. Describiendo el resultado de un simposio celebrado ese mes en el Reino Unido sobre la reproductibilidad y la confiabilidad de la investigación biomédica, Horton lo resumió como “un caso en contra de la ciencia”. Dijo: “Mucha de la literatura científica, quizás la mitad, simplemente puede ser falsa. La ciencia se ha dado una vuelta hacia la oscuridad, afligida por estudios con muestras de pequeño tamaño, efectos minúsculos, análisis exploratorios inválidos y conflictos de intereses flagrantes, así como una obsesión por perseguir tendencias de moda de importancia dudosa… Es alarmante la apariencia endémica del evidente mal comportamiento de la investigación”.
Horton no es el primer redactor de un diario médico prominente que despierta estas inquietudes. En 2009, Marcia Angell, ex editora del New England Journal of Medicine, hizo reclamos similares en un artículo para el New York Review of Books: “Simplemente no es posible seguir creyendo en muchos informes de investigación clínica publicados, o confiar en el juicio de médicos de confianza o en instrucciones médicas autoritarias. No me da ningún placer esta conclusión, que alcancé lenta y a regañadientes durante mis dos décadas como editora del New England Journal of Medicine”.pastillas
Criticando la influencia indebida de la industria farmacéutica en la profesión médica, Angell concluyó que se requiere “la rotura frontal de un modelo de comportamiento extremadamente lucrativo”. El editorial de Horton en Lancet repitió la evaluación de Angell: ¿“Pueden ser inamovibles las malas prácticas científicas? Parte del problema es que nadie está correctamente incentivado. En su lugar, estimulan a los científicos para ser productivos e innovadores”.
Ningún estudio biomédico personifica mejor que el Estudio 329 la corrupción y los notorios conflictos de interés conocidos desde adentro por críticos como Angell y Horton, ahora un notable ensayo clínico publicado en 2001 en el Diario de la Academia Norteamericana de Psiquiatría del Niño y el Adolescente. El Estudio 329 reportó que la paroxetina –comercializada por Smithkline Beecham (ahora GlaxoSmithKline, o GSK) como Paxil en EEUU y Seroxat en el Reino Unido– era segura y efectiva para tratar la depresión en niños y adolescentes. Una campaña de marketing de GSK levantada con publicidad del Estudio publicado, exaltó “la notable eficacia y seguridad de la droga“, que llevó a los médicos a prescribir Paxil a más de dos millones de niños y adolescentes de EEUU a finales de 2002.
Sin embargo, al cabo de un año del informe original, la Administración de Alimentos y Drogas de EEUU (FDA, su sigla en inglés) declaró “ensayo fallido” al Estudio 329 porque otras pruebas indicaron que a adolescentes a quienes prescribieron la droga para tratar la depresión no les fue mejor que a otros tratados con un placebo. En 2003, los reguladores británicos de drogas dieron instrucciones a los médicos de no prescribir Seroxat a los adolescentes. En 2012, en lo que el Ministerio de Justicia de EEUU describió como “el fraude más grande de asistencia médica en la historia estadounidense”, GSK pagó tres mil millones de dólares en multas para salvar su responsabilidad en denuncias de fraude y fallas en reportar datos de seguridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario