26 mayo, 2016

Una joven de la Armada denunció a un suboficial..

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“Lucía” es una mujer que denunció haber sufrido abuso sexual por parte de un suboficial de la Armada en Tierra del Fuego. Tras años de sufrimiento y amenazas de perder su trabajo y la vivienda, se animó a hacer pública su historia. En la última emisión de La Retaguardia, Fernando Tebele y María Eugenia Otero dialogaron con ella. La joven dio un tan angustiado como valiente testimonio de sus vivencia, miedos y esperanzas. (Por La Retaguardia)

Foto: vista de la base naval donde la víctima y el victimario trabajaban (cronicas fueguinas.blogspot)

El testimonio

Lucía es el nombre que utilizamos para esta entrevista para preservar la identidad de la protagonista de esta historia: una mujer que denuncia haber sido víctima de abuso sexual como integrante de la Armada y acusa a un suboficial principal de esa fuerza.
“Yo trabajaba en la Armada desde 2011, y en 2013 llega a Ushuaia desde otro destino el suboficial principal al que yo denuncio. Desde el principio fue como gentil por demás y al transcurrir el tiempo, los meses, comenzó con un acoso sexual, con propuestas de carácter sexual. Me decía que si yo estaba con él iba a mejorar mi situación económica, iba a poder laboralmente dentro de la fuerza; yo nunca acepté sus propuestas”, inició su relato Lucía en diálogo con La Retaguardia.
“Una noche –continuó– me llama para decirme que necesitaba unas llaves que se habían perdido de la Base Naval. Fue aproximadamente a las 10 de la noche, un horario en el que yo ya no trabajaba, pero me dice que tenía que ir porque tenía que estar disponible para la Armada las 24 horas del día. Me pasó a buscar y fuimos a la Base Naval pero en el camino me dice que justo mira el celular y que le llegó un mensaje que ya habían aparecido las llaves y que podríamos ir a pasarla bien, estar juntos en Playa Larga, que es un lugar descampado en Ushuaia. Le digo que no, que no quería ir para ahí, que no me insistiera, después le dije que me dejara ahí adónde estaba o que me lleve nuevamente a mi casa. Este hombre accedió pero continuó con este acoso interminable. Durante las vacaciones de invierno que tenemos en la Armada, la primera y segunda quincena de julio, este hombre no me dejó salir en ninguna de las dos y andaba constantemente detrás de mí. Yo estaba trabajando sola en ese lapso vacacional y en un momento dado me dice que andaba buscando unos elementos de trabajo, a lo que le respondí que no tenía conocimiento de dónde estaban, que no estaban mis compañeros y que yo no sabía dónde los guardaban ellos; entonces me pide que le abra una oficina que teníamos para guardar elementos, la abro y me dice que pase y me fije si estaban adentro, pero cuando paso este hombre cierra la puerta, me agarra fuerte de los brazos y me dice que lo bese, que lo tenía loco porque no quería estar con él, me comenzó a manosear, a tocar los senos, partes del cuerpo... eso generó que me creara moretones por tanta fuerza que hice. En un momento, empecé a luchar contra él y pude salir de ese lugar, me encerré en un baño a llorar de la impotencia. No había nadie para pedirle ayuda porque como estábamos en período vacacional la mayoría del personal estaba de vacaciones, estaba únicamente el personal mínimo pero todos siempre cubriendo sus puestos de trabajo, sus guardias. Después fui y le avisé al jefe que se encontraba en ese momento, un teniente, le pedí ayuda, le conté lo que había sucedido y que ya venía sucediendo con acosos pero que esta vez ya fue un ataque por parte de este hombre. Él me dice que yo era marinera y que él era suboficial, y que me fije lo que iba a hacer, que recordara que yo dependía de la obra social de la Armada, que la Armada me proveía un sueldo, una casa, que yo era derivada constantemente al Hospital Garrahan por una cuestión de salud de mi hijo, y tuve que decidir entre denunciar o la salud de mi hijo. En ese momento estaba muy limitada a hacerlo sola, sostener mi familia, y me tuve que callar”, contó Lucía en un relato desgarrado.
A partir de ese momento, el suboficial comenzó a hostigar a Lucía acusándola de que lo había perjudicado ante los superiores: “empezó entonces con una persecución laboral interminable y me decía que iba a continuar hasta que me vaya por mis propios medios o si no él me iba a hacer echar. Yo continué trabajando, pero él me hace echar en 2014. Me dan de baja argumentando que había llegado a la edad límite, que como marinero era de 28 años, pero en ese entonces yo tenía 26 años”, contó Lucía.

La lucha

“Después de salir de la fuerza pedí un recurso de amparo a la Defensoría en el Juzgado provincial, que hizo lugar a mi recurso, y me reincorporaron el 18 de agosto de 2015”, explicó Lucía. Sin embargo, en esa presentación aún no había denunciado lo que realmente había sucedido: “necesitaba volver a trabajar, que mi hijo tenga nuevamente una obra social. A las personas que me atendieron en el juzgado les comenté toda la situación pero lo que yo quería era volver a trabajar, entonces ellos hicieron una petición a la Armada a la que le dieron lugar”, aclaró la joven, casi sin dejar de llorar.
Lucía recuperó su trabajo pero la fuerza la envió al mismo lugar donde había sufrido el acoso y el abuso: “se sabía lo que había pasado con esta persona, era de conocimiento de todo el personal superior de la Armada, así que volví a trabajar y este hombre volvió con los acosos. En un momento me dice ‘¿vas a estar conmigo o te vas a hacer la difícil como antes?, porque las difíciles como vos me excitan más’; además me dijo que si yo no estaba con él me iba a hacer echar nuevamente. Les decía a mis compañeros de trabajo que me hostigaran, que me molestaran constantemente, y mis compañeros no entendían por qué tanta saña conmigo; me decían que trabaje tranquila, que no me preocupara. Mi horario de trabajo era de 7 de la mañana a 3 de la tarde, pero este hombre había dado la orden de que no me dejen desayunar, ni almorzar, que no consumiera nada adentro del lugar de trabajo, porque yo era personal civil. Después de todo eso voy a hablar con un jefe que se encontraba en ese momento de manera provisoria. Le conté lo que me estaba pasando, que ya no aguantaba más y después fui a hacer la denuncia en la fiscalía del juzgado provincial”.
A diferencia de situaciones anteriores, este jefe provisional sí escuchó a Lucía, la contuvo, le dijo que se quedara tranquila ya que él iba a interceder: “la verdad que tuvo una buena actitud, más humana. Después me dirijo al juzgado a hacer la denuncia y a los 5 días aproximadamente me trasladan de lugar y ya no sigo a cargo de ese hombre. Me empezaron a hacer lo que anteriormente hacía este hombre, me ponían horarios de trabajo que realmente me dificultaban poder estudiar, seguir con mis actividades. Cuando la Armada toma conocimiento de mi denuncia comienzan a solicitarme que la retire, que diga que me equivoqué y que esas cosas no habían pasado, que retirara todos los cargos en contra de ese hombre porque no querían que la Armada tuviera problemas de esa índole, que si yo quería este hombre iba y me pedía disculpas o lo mandaban de pase a cualquier lado, pero yo no accedí”.
A la semana de esta negativa, Lucía recibió una notificación en la que le informaban que le rescindían el contrato laboral y que la desalojaban de la casa en la que vivía: “me dejan por segunda vez sin trabajo, esto en noviembre, diciembre de 2015”.

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