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27 agosto, 2019
Argentina : Izquierda y elecciones, balances alternativos Por ASTARITA
Las elecciones primarias abiertas obligatorias (PASO) han significado una importante derrota para el gobierno de Cambiemos. La fórmula Fernández Fernández le sacó más de 15 puntos de ventaja.
Rolando Astarita 121/8/19
La izquierda obtuvo, de conjunto (FIT-U y N- MAS), entre el 3 y 4%. Aunque a modo provisorio, desde la izquierda ya se ha adelantado un tipo de balance característico. Su mensaje central es que las perspectivas que se abren para los socialistas son muy buenas, a pesar de haber experimentado algún retroceso en la cantidad de votos. Más específicamente, los puntos destacados de este tipo de balance son:
1. Los resultados electorales implican un revés para Trump, el imperialismo yanqui y el FMI. Expresan la aspiración de las masas de terminar con el ajuste, la baja de los salarios, etcétera.
2. Es un freno al giro a la derecha en América Latina e impulsa las luchas contra gobiernos tipo Bolsonaro.
3. Implica un cambio en la relación de fuerzas entre las grandes clases sociales, en beneficio de los trabajadores.
4. Ahora los trabajadores van a exigir al nuevo gobierno que cumpla sus promesas. Por eso es una votación cargada de expectativas.
5. La crisis económica argentina, y la crisis mundial, no dejan márgenes de maniobra. Además, se intensificarán las presiones del capital financiero, responsable del saqueo del país.
6. AF y los gobernadores van a negociar con el FMI; así, va a desaparecer cualquier rasgo de gobierno progresista. Se intensificará la lucha de clases.
7. En consecuencia la izquierda está en inmejorables condiciones para ponerse al frente del inevitable ascenso del movimiento de masas. Alternativamente, también para enfrentar el chantaje de los mercados y del capital financiero, ante los cuales claudica el gobierno F-F. En lo inmediato, la tarea es conseguir más votos para fortalecer el bloque de diputados, o concejales, que amplifiquen la convocatoria a la lucha.
De manera que todo es cuestión de perseverar en la misma orientación, ya que la clase capitalista tiene las opciones cada vez más acotadas.
Un balance alternativo
Mi balance es distinto. En primer lugar, lo que destaco no es la diferencia del 47 a 32% entre las dos fuerzas mayoritarias, sino que el 95% de los votos respaldaron a fuerzas enemigas del socialismo. Esto teniendo en cuenta que los partidos de la izquierda suavizaron todo lo posible su discurso –de hecho, un mensaje afín al socialismo pequeñoburgués y nacionalista- a fin de captar votos (por ejemplo, la idea de que “el problema es el capital financiero que saquea al país”; no el sistema capitalista que se basa en la explotación del trabajo).
En segundo término, si los puntos (1) y (2) del análisis citado en el anterior apartado son correctos, no se entiende por qué se sostuvo, durante la campaña electoral, que todos los candidatos eran por igual los candidatos del FMI y del imperialismo. Tampoco se entiende por qué, inmediatamente después del triunfo de F-F, los precios de los bonos y acciones argentinas se derrumbaron, y el dólar aumentó más del 20% (al momento de escribir esta nota). En todo caso, si F-F representaban un obstáculo para los planes del FMI, y si la causa de los males de los trabajadores es el plan del FMI, habría que considerar progresivo el voto a F-F con respecto al voto a Macri. Un razonamiento que, me consta, llevó a más de un izquierdista a votar a F-F.
En tercer lugar, considero equivocada la idea de que el triunfo de F-F es expresión de un cambio en la relación de fuerzas entre las grandes clases, el capital y el trabajo. El triunfo de F-F demuestra, por encima o por fuera de las turbulencias de superficie, y de la crisis económica, la estabilidad de la dominación de la clase capitalista sobre los asalariados
. La clase obrera y las masas oprimidas votaron una candidatura y un programa burgués, que tiene el apoyo de la burocracia sindical, y de los aparatos de gobierno de la mayoría de las provincias e intendencias. Para que cambie la correlación de fuerzas entre el capital y la clase obrera, lo que debiera producirse es una ruptura, en algún grado significativo, de la clase obrera con los aparatos de la burocracia sindical y el control político de los partidos de la burguesía, el peronismo en primer lugar. Lejos de esto, todo lo que ha ocurrido es un típico recambio burgués, con algunas tensiones, y en medio de una fuerte crisis económica. Los gobiernos funcionan como fusibles del sistema, y las oposiciones “como deben ser” canalizan descontento hacia el callejón sin salida del legalismo y el recambio dentro del sistema.
De ahí la importancia de no poner el acento en los aspectos personales, sino en el carácter sistémico de la explotación, la naturaleza del Estado y la recurrencia de las crisis económicas. Por eso, insisto, el punto saliente es que el 95% del electorado dio su apoyo a partidos abiertamente anti-socialistas; defensores del sistema del trabajo asalariado, y del Estado capitalista. En este punto, sigo la idea de Engels: las elecciones sirven, a los socialistas, fundamentalmente, para hacer conocer nuestras ideas, y para efectuar un recuento de las fuerzas con que contamos.
En cuarto término, no comparto la secuencia, infantilmente lineal, e ingenua, de “las masas están siempre inclinadas a la lucha; son traicionadas por las direcciones; terminan rompiendo con los partidos burgueses y adhiriendo al socialismo revolucionario que, desde siempre, supo expresar sus verdaderos intereses de clase”.
Sin embargo, las cosas no funcionan de ese modo. Es que las ideologías tienen espesor propio, e inciden en la disposición a luchar o a organizarse. Por ejemplo, el peso del discurso “nos han dejado un desastre, es peor de lo que pensábamos, no podemos hacer milagros”, no debería subestimarse. Como tampoco debiera subestimarse el rol de los aparatos sindicales; o de los aparatos, vinculados al Estado, de los movimientos sociales “dispuestos a poner el hombro para la nueva etapa que se abre”.
Estos discursos confunden y desmoralizan. Hay que tener presente que no siempre la principal forma de dominio de la clase capitalista es la represión directa. Y las frustraciones a que llevan los recambios de superficie –siempre aupados en promesas del más diverso tipo- no son un factor despreciable en la continuidad del domino de clase.
Pero no se trata de conjeturas, sino de una larga experiencia histórica. Para dar algunos ejemplos de situaciones que he vivido (y que cualquiera puede constatar). Cuando comencé a militar, a finales de los 1960, el diagnóstico de muchos era: “las masas luchan por la vuelta de Perón; la burguesía no puede tolerarlo; por eso esa demanda llevará a una situación revolucionaria, la dirección peronista reformista será superada, y la izquierda tendrá influencia de masas”.
Luego, en 1973, cuando Perón ya había vuelto al país, el nuevo pronóstico era “cuando las masas luchen por efectivizar sus reivindicaciones, que el gobierno de Perón no puede cumplir, superarán a Perón y al peronismo”. Durante el gobierno de Isabel Perón (con su Triple A, hiperinflación, desbarajuste) la creencia en que “las masas agotan su experiencia con el peronismo” estuvo bastante extendida en la izquierda. Lo cual no impidió que en 1983 el peronismo renaciera con apoyo en millones de trabajadores. Años más tarde, cuando la crisis de Alfonsín y el voto a Menem, muchos dijeron que las masas superarían al menemismo – peronismo en cuanto se dieran cuenta de que el salariazo, y otras promesas, eran solo promesas y engaños
. Pero a pesar de la experiencia, el siempre esperado “giro a la izquierda de las masas peronistas” no se produjo; a Menem le siguió la Alianza, una alternativa tan procapitalista como el menemismo. Y así podríamos seguir con otros episodios.
Para no aburrir, cito un caso más, esta vez a escala internacional: cuando cayeron la URSS y los regímenes soviéticos, el pronóstico de muchas corrientes trotskistas fue: “en cuanto las masas trabajadoras experimenten el capitalismo, girarán hacia la izquierda, hacia el socialismo”. Como es conocido, nada de esto ocurrió. Peor aún, en muchos países del ex bloque soviético hoy gobiernan partidos ferozmente reaccionarios.
Como puede verse, el tipo de balance que critico está lejos de ser original. Pero es funcional a una táctica política centrada en el “luchismo” y el consignismo fácil. Las masas votaron a AF; las convocamos a la lucha para que se efectivicen las promesas; AF no puede maniobrar y ganaremos a los trabajadores al socialismo.
Tal vez la mejor expresión de esta orientación sean las mismas publicaciones de la izquierda: centralmente, son boletines de luchas sindicales y democráticas, con fuertes resonancias de nacionalismo y reformismo pequeñoburgués.
A tal línea política, un balance acorde de las elecciones.
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