No podemos imaginar qué hubiera sido de la vida y obra de Dalí sin Gala. Pocos amores han sido tan extremos, tan sinceros y exaltados como el que Dalí sintió por el único amor de su vida.
Podríamos decir que hubo magia, una magia que duró casi 40 años y que cuando se rompió se transformó en un mar de odio transformador para ambos. Dalí consiguió llegar al éxtasis místico solo con el mero hecho de la contemplación de su amada. Se conocieron en Cadaqués y a pesar de la sexualidad ambigua que rezumaba, Dalí era capaz de seducir a una mujer y, en un acto supremo de surrealismo, colocarle en el hombro un huevo frito en vez de acostarse con ella (lo recoge Ian Gibson en su monumental biografía sobre García Lorca).
Pero Dalí la conoció y quedó absolutamente fascinado, fulminado de lleno de amor. Gala fue su musa, su amor, la mujer que lo entendió y logró que diera lo mejor de sí. Estuvieron juntos 53 años, hasta la muerte de Gala, en 1982. A partir de entonces Dalí se daba por perdido en una espirar de decadencia y abandono.
No podríamos catalogar esta relación con las medidas de una amor normal y sano. Nos quedaremos con algo que Dalí dijo de ella, y que recoge la Fundación Gala-Salvador Dalí: “Me trajo el raro libro de magia que debía nutrir mi magia, el documento histórico que probaba irrefutablemente mi tesis cuando estaba en proceso de elaboración, la imagen paranoica que mi subconsciente deseaba, la fotografía de una pintura desconocida destinada a revelar un nuevo enigma estético”.
https://culturainquieta.com/es/arte/pintura/item/13718-gala-y-dali-la-historia-de-un-amor-magico.html
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