No podemos permitirnos el lujo de estar en guerra
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Publicado el 01 de julio de 2010
Por Amy Goodman
“El General Petraeus es un militar que está constantemente en guerra con los hechos”, así comenzaba un anuncio de 2007 de MoveOn.org en contra del General David Petraeus, luego de que entregara un informe al Congreso sobre la situación de la guerra en Irak. George W. Bush era entonces presidente, y MoveOn acusaba a Petraeus de 'maquillar' los estados contables de la guerra para la Casa Blanca. La campaña preguntaba “¿General Petraeus o General Traidor?” en un aviso de una página entera en el Washington Post. MoveOn recibió fuertes críticas por la campaña, pero se mantuvo firme en su posición.
Tres años más tarde, con Barack Obama en la presidencia, Petraeus se convirtió en su hombre en Afganistán y MoveOn retiró el contenido crítico de su sitio web. ¿Por qué? Porque la primera guerra de Bush, la de Afganistán, se convirtió en la guerra de Obama, un atolladero. Estados Unidos tarde o temprano negociará su retirada de Afganistán. La única diferencia entre hacerlo ahora o más tarde será la cantidad de muertos de ambos lados, y la cantidad de dinero (prestado) que se gastará.
La confirmación de Petraeus como comandante militar en Afganistán nunca estuvo en duda. Reemplaza al General Stanley McChrystal, que renunció poco después de que se hicieran públicas sus críticas al liderazgo civil de la guerra en un reciente artículo de la revista Rolling Stone.
Las estadísticas de Afganistán, el Vietnam de Obama, están en aumento. En junio se registraron al menos 100 bajas estadounidenses, la cifra más alta de muertes desde la invasión en 2001. 2010 va en camino a ser el año con el mayor número de muertes estadounidenses. Soldados de otros países de la llamada “coalición” han padecido un destino similar. Petraeus se está convirtiendo en el comandante en Afganistán no solo de las fuerzas militares estadounidenses, sino de todas las fuerzas, ya que la invasión y ocupación de Afganistán están a cargo de la OTAN.
Los soldados estadounidenses, que se prevé aumenten a 98.000 este año, son muchos más que los de otros países. El apoyo público y político a la guerra en muchos de esos países está en descenso.
El periodista Michael Hastings, que escribió el artículo de la Rolling Stone, viajó a París para entrevistar a McChrystal. Lo que no captó tanta atención fue la descripción de Hastings de por qué McChrystal estaba ahí:
“Se encuentra en Francia para vender su nueva estrategia de guerra a nuestros aliados de la OTAN –para mantener la ficción, en esencia, de que de verdad tenemos aliados. Desde que McChrystal asumió el mando hace un año, la guerra afgana se ha convertido en propiedad exclusiva de los Estados Unidos. La oposición a la guerra dentro de los países 'aliados' ya ha acabado con la coalición de gobierno en Holanda, forzó la dimisión del presidente alemán y provocó que tanto Canadá como los Países Bajos anunciaran la retirada de sus 4.500 tropas. McChrystal está en París para evitar que a los franceses, que han perdido más de 40 soldados en Afganistán, les tiemblen las piernas y comiencen a dudar”, escribió Hastings en su artículo publicado en la revista Rolling Stone.
El sitio web WikiLeaks.org, que recibió atención internacional luego de publicar un video filtrado de un helicóptero de combate estadounidense que mostraba la matanza indiscriminada de civiles y de un camarógrafo de Reuters y su chofer en Bagdad, acaba de publicar un memorando confidencial de la CIA que detalla posibles estrategias de relaciones públicas para contrarrestar la disminución del apoyo público a la guerra afgana. El memorando de la CIA dice: “Si la política nacional obliga a los holandeses a retirarse, los políticos de otras partes podrían citarlos como un precedente para 'escuchar a los votantes'. Los líderes franceses y alemanes han tomado medidas en los últimos dos años para evitar un aumento de la oposición, pero su vulnerabilidad podría ser aún mayor ahora”.
Acabo de regresar de Toronto, donde estuve haciendo la cobertura de la cumbre del G20 y de las protestas que tuvieron lugar durante esos días. Los líderes reunidos prometieron, entre otras cosas, reducir el déficit de los gobiernos en un 50 por ciento para 2013. En Estados Unidos, eso implica recortar 800.000 millones de dólares, o alrededor del 20 por ciento del presupuesto. Dos economistas ganadores del Premio Nobel expresaron graves pronósticos. Joseph Stiglitz dijo: “En muchos casos este tipo de medidas de austeridad han provocado...que se pasara de una recesión a una depresión”. Y Paul Krugman escribió: “¿Quién pagará el precio de este triunfo de la ortodoxia? La respuesta es: decenas de millones de trabajadores desempleados, muchos de los cuales se quedarán sin trabajo durante años, y algunos de los cuales jamás volverán a trabajar”.
Para poder realizar los recortes prometidos, Obama tendría que aumentar impuestos y recortar los programas sociales como el de Seguridad Social y Medicare. O debería recortar el presupuesto destinado a la guerra. Digo 'presupuesto de guerra' porque no debe confundirse con el presupuesto de defensa. Las ciudades y estados de todo el país afrontan crisis presupuestarias devastadoras. Las jubilaciones están siendo eliminadas. Las ejecuciones hipotecarias continúan a niveles sin precedentes. Un verdadero presupuesto de defensa debería apuntalar a nuestras escuelas, nuestras calles, nuestras ciudades, nuestra red de seguridad. La Cámara de Representantes de Estados Unidos está presionada para aprobar esta semana un presupuesto complementario de 33.000 millones de dólares para la Guerra de Afganistán.
No podemos permitirnos el lujo de estar en guerra.
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