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17 marzo, 2016
La diferencia entre una democracia y una dictadura es que en una democracia, primero votas y después recibís órdenes.
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balance a 40 años del golpe militar
Rolando Astarita [Blog]
El viaje de Obama a Argentina, coincidente con el cuarenta aniversario del golpe militar, parece una buena ocasión para pasar revista a algunas cuestiones que pueden ayudarnos a entender el rol de EEUU, y de la clase dominante argentina en 1976, y la naturaleza de la dictadura
EEUU apoyó al golpe militar y la represión
Empecemos diciendo que EEUU apoyó al golpe militar de marzo de 1976. En 1976 Henry Kissinger, por entonces secretario de Estado, dio luz verde para la política de secuestro, tortura y muerte desplegada por la dictadura. En abril de ese año se reunió con el ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, César Guzzetti. Según el memorándum secreto de esa reunión (revelado en 2004) Guzzettti planteó que “el principal problema que tenemos es el terrorismo”, a lo que Kissinger respondió “si hay cosas que tienen que hacer, hacerlo rápidamente”. Luego, en agosto de ese mismo año, Kissinger mantuvo una reunión con el embajador estadounidense en Argentina, Robert Hill, a quien le confirmó la conversación mantenida con Guzzetti.
En 1977, ya bajo el gobierno de Carter, Hill informó a Patt Derian, secretaria de Estado para los derechos humanos, que pensaba que el mensaje de Kissinger a Guzzetti había llevado a la dictadura militar a intensificar la represión.
Una larga tradición de intervenciones y golpes militares
La política de EEUU en 1976 se inscribe en una larga tradición de agresiones militares y respaldo a regímenes sangrientos. Aunque esto es conocido en general, es útil pasar revista al “listado” de hechos. Para esto, transcribo un pasaje de mi libro Valor, mercado mundial y acumulación:
“Tomando solo el período de posguerra hasta mediados de la década de 1970, y sin ánimo de ser exhaustivos, anotamos las maniobras de EEUU para crear “protectorados” en Borneo Británica, Birmania del Norte, Kuwait, Qatar, Bahrein y Omán; la organización, en 1953, del golpe de Estado que derrocó al gobierno nacionalista de Mossadeq, en Irán, para instalar al sha, favorable a los intereses de las petroleras occidentales; el apoyo, en 1954, al golpe militar reaccionario de Jacobo Arbenz, en Guatemala; el desembarco en 1958 de tropas en Líbano; el apoyo a las dictaduras latinoamericanas de Stroessner de Paraguay; Somoza de Nicaragua; Pérez Jiménez de Venezuela; Trujillo de Santo Domingo; Batista de Cuba; Odria de Perú; Rojas Pinillo de Colombia; el ahogo y ataque a Cuba a partir de que esta decidió independizarse económicamente de EEUU; el desembarco en 1961 de tropas contrarrevolucionarias, con apoyo de EEUU, en Bahía de los Cochinos; las intervenciones a favor de fracciones pro-estadounidenses en Guatemala, 1963; Ecuador, 1963; y Honduras, 1963; el desembarco en 1965 de marines en Santo Domingo; el apoyo a la dictadura de Indonesia; el apoyo a los golpes militares en Brasil, 1964; Argentina, 1966; Chile, 1973 –previa acción desestabilizadora-; Uruguay, 1973; y Argentina, 1976, junto a la participación en el plan Cóndor; la intervención militar en Vietnam, luego extendida a Laos y Camboya; las acciones desestabilizadoras en Chipre, Bangladesh, Grecia, para generar climas propicios a golpes de Estado; y el apoyo financiero a fracciones pro estadounidenses en guerras civiles o contrarrevolucionarias en Angola”.
Pero la burguesía argentina fue la “responsable” del golpe
Días atrás leí en un periódico de izquierda que “EEUU fue el responsable del golpe militar”. Sin olvidar por un momento lo que hemos reseñado en el punto anterior, hay que decir que lo que dice ese periódico de izquierda no es cierto. La “responsable” del golpe de 1973 fue la clase capitalista criolla. La razón es a la vez simple y brutal: había que acabar con el peligro que representaban el movimiento obrero combativo y las organizaciones armadas
En los meses anteriores al golpe el “establishment” económico, las cámaras empresarias, las principales figuras políticas de la oposición, habían llegado a la conclusión de que el gobierno de Isabel no podía enderezar el rumbo. La crisis económica era aguda, y el movimiento obrero resistía los planes de “ajuste”. Por eso, en marzo de 1976 el golpe fue presentado como una solución casi natural. Así, los grandes diarios (La Nación, Clarín, La Razón y La Opinión) dijeron que era “lógico” e “inevitable”, dado el “caos”, “descontrol”, “desintegración del país”, “desgobierno” y “anarquía” del gobierno de Isabel. Expresaban lo que pensaba la amplia mayoría de la clase dominante. De hecho, ese discurso lo encontramos también en el Partido Comunista
En su declaración del 25 de marzo de 1976, “Los comunistas y la nueva situación de Argentina”, sostuvo que “no ha sido el golpe de estado del 24 el método más idóneo para resolver la profunda crisis política y económica, cultural y moral. Pero estamos ante una nueva realidad
Estamos ante el caso de juzgar los hechos como ellos son”. Y con el tiempo aparecieron explicaciones más sofisticadas y tranquilizadoras. Por ejemplo, Eugenio Zaffaroni, hasta hace poco miembro de la Corte Suprema de Justicia, junto a Ricardo Cavallero, publicó, en 1980, Derecho penal militar. Allí sostuvo que “hay situaciones en las que existe un peligro actual de absoluta inminencia o un mal gravísimo que ya se está produciendo y que es necesario evitar o detener”. Situaciones que justificaban, a sus ojos, las dictaduras militares y la pena de muerte.
Pero el apoyo civil que tuvieron los militares no fue solo discursivo. Ricardo Balbín, el máximo dirigente de la UCR, prometió ayuda a Videla para gobernar. El MID y el Partido Socialista sostuvieron abiertamente a la dictadura. Tal vez más significativa haya sido la cobertura de intendencias y otros puestos. En 1978 había en el país 301 intendentes de la UCR (35% del total de los intendentes del país); 169 del peronismo (19,3%); 23 de organizaciones neoperonistas (2,7%); 109 del Partido Demócrata Progresista (12,4%); 94 al MID (10,7%); 78 de las fuerzas federalistas (8,9%); 16 eran demócratas cristianos (1,8%) y cuatro intransigentes (0,4%) (véase
http://cronicasdelfuego.blogspot.com.ar/
2010/08/los-intendentes-del-proceso.html).
Y hubo muchas otras colaboraciones, en múltiples instancias del Estado. Para mencionar tres acasos de notables: Alicia Kirchner, actual gobernadora en Santa Cruz, fue subsecretaria de Acción Social en esa provincia desde 1975 a 1983, sin interrupción; un cargo con rango de viceministro. La ex diputada Elisa Carrió fue nombrada por la dictadura, en 1979, asesora de la Fiscalía de Estado en el Chaco; luego, en 1980, fue secretaria de la Procuración del Superior Tribunal de Justicia de esa provincia, con nivel y jerarquía de juez de Cámara. El secretario del gremio de la Construcción desde 1990, Gerardo Martínez, fue colaborador del Batallón 601, que estaba dedicado a inteligencia y fue pieza clave en la represión y desaparición de personas.
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