Ante nuestra mirada
Moscú, una muralla frente a los yihadistas
Desde 2012, Moscú viene tratando de atraer a los occidentales hacia su proyecto: la defensa de la civilización frente al yihadismo, algo similar a lo que ya sucedió en el pasado cuando el mundo se unió contra el nazismo. Para lograrlo, comenzó por disociar a la Casa Blanca de las organizaciones armadas que Rusia considera como «yihadistas» y que Estados Unidos designa como «rebeldes», y ahora se esfuerza por aislar a Turquía. Lejos de ser un epifenómeno diplomático, el cese de hostilidades en Siria constituye un cambio radical en la situación. Washington acaba de reconocer que en Siria ya no hay–o que ya no existen– grupos armados «moderados».
Red Voltaire | Damasco (Siria)
- Manifestación ante la embajada de Rusia en Damasco.
Se equivocan quienes analizan la política rusa desde un punto de vista árabe u occidental. Rusia tiene su propia visión sobre los yihadistas, a los que conoce desde 1978, cuando estos acudieron en ayuda de los pashtunes contra el gobierno comunista de Kabul.
Vladimir Putin luchó personalmente contra los yihadistas del Cáucaso, principalmente contra el Emirato Islámico de Itchkeria, durante la segunda guerra de Chechenia (1999-2000), donde fueron vencidos. En aquella época, los árabes proclamaban su solidaridad con los musulmanes rusos y no entendían lo que sucedía en el Cáucaso, mientras que los occidentales, después de la disolución de la Unión Soviética, aplaudían a todo el que trataba de proseguir el proceso de desintegración de Rusia. En el terreno, sin embargo, no existía ninguna diferencia entre el Emirato de aquella época y el Califato actual. En Grozni, se aplicaba la sharia y se cortaban cabezas exactamente igual que en Raqqa.
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