Por Alfredo Grande
(APe).- La cultura represora necesita construir templos. Lugares sagrados donde se practican diferentes cultos. Si de cultura represora se trata, entonces el culto en su nivel fundante es culto a la muerte, al sometimiento y a las diferentes formas de la esclavitud.
La cultura represora no modifica el producto. Lo que sí modifica es el “packaging”. El envoltorio, el paquete, la apariencia, el disfraz. Aunque la cultura represora se vista de seda, cultura represora se queda. Pero para quedarse, entonces necesita que sólo se vea la seda. El horror y el terror queda sepultado porque no todo está clavado en la memoria. Como graciosa concesión, se habilita el día de…. De los trabajadores, sin ir más lejos el 1 de mayo. El resto de los 365 días es de los patrones.
Esos “día de” son un templo donde se rinde culto a la memoria. Pero no cualquier memoria. Solo aquella sacralizada en los evangelios reaccionarios de las elites dominantes. La pornografía sexual sigue siendo condenada, aunque nadie hoy podría definir qué se entiende por pornografía. La pornografía económica es apenas cuestionada. Pocos y pocas van más allá del envoltorio.
Hay otra memoria, que es política, que es histórica, que recupera los fantasmas y espectros de las revoluciones pasadas y que para encontrarla hay que ir a buscarla. Los templos donde se rinde culto a las masacres están en la superficie. Estatuas, mausoleos, monumentos. Los templos donde se rinde culto a los combatientes, los revolucionarios, los militantes y activistas de todos los tiempos, se cuidan en las diferentes formas de catacumbas. En los refugios para que, como la cigarra, puedan seguir cantando y luchando.
Entonces hay templos de la cultura represora y hay templos de la cultura no represora. Picasso fue el arquitecto de uno de los templos más importantes donde se rinde culto a la memoria histórica. Los templos de la cultura represora son capturados y transformados en fetiches. Se puede admirar el cuadro de Picasso, y no cuestionar ni el fascismo, ni el nazismo, ni la masacre. El fetichismo de la mercancía logra transformar en mercancía incluso aquello que la cuestiona. Aquello que la subvierte.
Por eso toda revolución es permanente. Por eso siempre será necesaria la revolución dentro de la revolución. Porque la cultura represora absorbe, captura, se queda con todo. El himno a Sarmiento es otro templo. Y en su pecho, la niñez de amor un templo te ha levantado y en él sigues viviendo.
Para la niñez es necesario construir otros templos. Para que en el pecho de la niñez vulnerada se pueda rendir culto a los mártires de Guernica, de Chicago, y de las luchas por todas las independencias y libertades.
Esos niñas y esos niños serán los guerrilleros del templo.
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