La pelea es por el centro
Por José Natanson
Tres meses atrás, cuando todavía todo estaba en veremos, titulamos la tapa de Le Monde diplomatique con una pregunta: ¿cómo salir de la grieta? (1) Percibíamos el cansancio de un sector importante de la sociedad con un estilo político, el de la polarización excluyente, que ya llevaba una década ofreciéndoles a los argentinos un menú invariable de fresa o chocolate. Citábamos La grieta desnuda (2), el notable ensayo de Martín Rodríguez y Pablo Touzon que se ha convertido en el libro-síntoma de este momento de la política: allí se define a la grieta como una forma de ejercer el poder, un modelo de gobernanza basado en el apoyo de una minoría intensa, que resulta suficiente para ganar elecciones pero no para transformar Argentina, como demuestra la parálisis de los últimos años de Cristina tanto como las dificultades de Macri para llevar a fondo su proyecto regresivo de reformas. Añadíamos que los problemas habían adquirido tal magnitud que ningún gobierno minoritario podría enfrentarlos solo y que, gane quien gane las elecciones de octubre, el próximo presidente estará obligado a buscar acuerdos amplios e inclusivos.
Pero pensábamos todavía en respuestas geométricas: hay un macrismo a la derecha, un kirchnerismo a la izquierda y por lo tanto la solución consistiría en generar un centro potente, una tercera vía plausible de ser votada por los desencantados –los bordes blandos– de uno y otro espacio. Hasta que, con un tuit y un video de doce minutos, Cristina demostró que la política no admite miradas lineales y reconfiguró radicalmente el escenario: la designación de Alberto Fernández como candidato a presidente, junto a los acuerdos de reconciliación con una amplia gama de dirigentes y la alianza con Sergio Massa, cambiaron la orientación del kirchnerperonismo y terminaron de cerrar el proyecto de unidad. Y despabilaron al resto de los jugadores, obligados a reaccionar: mientras Roberto Lavagna buceaba entre los restos de Alternativa Federal, Macri designaba como candidato a vicepresidente a Miguel Ángel Pichetto, en una señal clara de apertura al peronismo.
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