Desde el asesinato del periodista Jamal Kashoggi por parte de agentes saudíes hasta los ataques de Donald Trump a los profesionales acreditados en la Casa Blanca, las agresiones contra periodistas son noticia diariamente. Pero el problema se extiende mucho más allá de la cobertura política, y los funcionarios gubernamentales no son los únicos en amenazar.
En el Centro Knight para el Periodismo Ambiental de la Universidad Estatal de Michigan, capacitamos a estudiantes y periodistas para informar sobre lo que consideramos el tema más importante del mundo. Sin embargo, quienes lo cubren corren un mayor riesgo de asesinato, arresto, asalto, amenazas, autoexilio, juicios y hostigamiento.
En un estudio reciente, investigué este problema a través de entrevistas en profundidad con periodistas de los cinco continentes, incluyendo el impacto en su salud mental y en sus carreras. Descubrí que algunos de los entrevistados habían abandonado el periodismo mientras que otros se habían comprometido aun más con su
En la mira
El medio ambiente es una de las especializaciones más peligrosas del periodismo. Según una estimación, 40 reporteros de todo el mundo murieron entre 2005 y septiembre de 2016 debido a sus coberturas ambientales; más de los que murieron en la guerra de Estados Unidos en Afganistán.
Los problemas ambientales suelen involucrar intereses comerciales y económicos, batallas políticas, actividades criminales, insurgencias antigubernamentales o corrupción. Otros factores incluyen distinciones ambiguas entre "periodista" y "activista" en muchos países, así como la lucha por los derechos de los indígenas a la tierra y los recursos naturales.
Tanto en países ricos como en países en vías de desarrollo, los periodistas que cubren estos temas se encuentran en la mira. La mayoría sobrevive, pero muchos sufren traumas severos, con efectos profundos en sus carreras profesionales.
Como ejemplo, en 2013 Rodney Sieh, un periodista independiente de Liberia, reveló la participación de un ex ministro de agricultura en un plan que malversó fondos destinados a combatir la enfermedad parasitaria e infecciosa del gusano de Guinea. Sieh fue sentenciado a 5.000 años de prisión y multado con US$1,6 millones por difamación. Pasó tres meses en la cárcel más famosa de Liberia antes de que una protesta internacional presionara al gobierno para que lo liberara.
Ese mismo año, el reportero canadiense Miles Howe fue asignado para cubrir las protestas de la Primera Nación Elsipogtog en Nuevo Brunswick contra la fracturación hidráulica de gas natural. Howe trabajó para un medio online que buscaba destacar historias que contaran con poca cobertura.
"Muchas veces yo era el único periodista acreditado que presenciaba arrestos bastante violentos, mujeres embarazadas siendo encerradas, niños arrojados al suelo", recuerda. Howe fue arrestado varias veces, y durante una protesta, un miembro de la Policía Montada de Canadá lo señaló y gritó: "¡Está con ellos!". Su equipo fue incautado y la policía registró su casa. También se ofrecieron a pagarle por brindar información sobre los próximos "eventos", en otras palabras, por espiar a los manifestantes.
Impactos psicológicos
Los relativamente pocos estudios que se han ocupado de las consecuencias de las agresiones contra periodistas muestran que dicho trato puede tener efectos prolongados, incluyendo trastorno por estrés postraumático y trastornos depresivos y por uso de sustancias. Si bien algunos periodistas pueden seguir adelante y recuperarse, otros viven en un estado constante de temor por futuros incidentes, o sufren la culpa del sobreviviente si escapan y dejan a sus familiares y colegas.
"En general, los periodistas son una tribu bastante resistente", me dijo Bruce Shapiro, director ejecutivo del Dart Center for Journalism and Trauma de la Universidad de Columbia. “Sus tasas de trastorno por estrés postraumático y depresión son aproximadamente del 13% al 15%, lo que es comparable a las tasas de los rescatistas. Los periodistas que cubren justicia social o ambiental suelen estar más comprometidos con el sentido de lo que hacen y tener un nivel de habilidad más alto" que el de sus colegas especializados en otros temas.
Pero dicha actitud puede traducirse en renunciar a buscar ayuda. La mayoría de los periodistas que entrevisté no buscaban ayuda terapéutica, generalmente porque no había servicios disponibles o debido al factor machista de la profesión. Gowri Ananthan, profesor del Instituto de Salud Mental de Sri Lanka, dice que el periodismo es "una profesión en negación", incluso cuando algunas víctimas reconocen el precio que han pagado.
Por ejemplo, Miles Howe sufrió serios problemas psicológicos luego de sus arrestos. "¿Qué me hizo? Me hizo enojar, indignarme", dice. Howe no buscó terapia hasta que abandonó el periodismo más de dos años después pero, en retrospectiva, lamenta no haber actuado antes.
Otros me contaron que sus experiencias los comprometieron aun más en su misión como periodistas. Rodney Sieh dice que su paso por la cárcel "llevó nuestro trabajo a un nivel internacional que nunca hubiéramos tenido si no hubiera sido arrestado. Nos hizo más fuertes, más grandes, mejores".
No hay comentarios:
Publicar un comentario