22 mayo, 2018

Coyuntura económica y los límites estructurales del capitalismo argentino

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La disparada del dólar y la renovada apuesta a incrementar la deuda externa sin plan alternativo marcan la coyuntura política y económica de estos días. De lo que (casi) nadie habla es del problema estructural del capitalismo argentino
Damián Bil *| May 14, 2018 | SOCOMPA
En los últimos días, la turbulencia financiera parece haber acelerado los tiempos políticos. Mientras el gobierno se encontraba en un tira y afloje con los gobernadores por la reforma impositiva y la cuestión de las tarifas, negociación que no excluía un frente interno dentro de la alianza gobernante, se suscitó la cuestión del dólar. Primero, su alza, que en 20 días fue de alrededor del 14%; lo que dicho sea de paso, aún lo mantiene “barato” en la plaza.
Eso provocó la intervención del Banco Central para aquietar las aguas momentáneamente, por un lado, vía utilización de reservas para controlar la subida de la divisa y por el otro por el incremento de tasas de interés.
Para agregar dramatismo a la cuestión, se produjo el retorno del cuco del FMI. Toda la situación generó un marco de incertidumbre. En efecto, pareciera ser que el gobierno, en poco menos de un semestre, dio un giro de 180° en relación con lo que se había decidido el “28-D”, cuando la baja de tasas y la relajación de las metas de inflación plantearon la apariencia de un triunfo del ala Peña-Dujovne-Caputo sobre el ala “monetarista” de Sturzenegger.
Es decir, con las recientes medidas el esquema keynesiano-desarrollista, sustentado en un metódico gradualismo sostenido por la vía del endeudamiento externo, pareciera dejar lugar a uno más cercano al liberal-desarrollismo (también traccionado, como no podía ser de otra manera en la situación actual, por el endeudamiento).
Estos volantazos de la política monetaria y financiera generaron la sensación de que el gobierno no sabe muy bien para dónde va. Por eso, los pronósticos se sucedieron rápidamente: desde el anuncio de una inminente reedición de diciembre de 2001 y una posible salida precipitada de Macri en helicóptero que agita la oposición patronal (sobre todo el kirchnerismo), hasta una suerte de “acá no pasa nada” que ensayaron los ministros Dujovne y Caputo en conferencia de prensa el viernes 4, se mencionaron todos los escenarios posibles. Para ponderar la real magnitud del problema, analicemos con mayor detalle las características del episodio en dos planos fundamentales.

Lo coyuntural

La cuestión de marras puede abordarse al menos en dos dimensiones. Por un lado, en términos de la coyuntura o, en su defecto, del mediano plazo. Y luego en un segundo plano de análisis, el estructural.
En cuanto al primero de los niveles, hay que recordar la estrategia que adoptó el macrismo desde que asumió. Acabada la etapa de altos precios de los commodities, la Argentina volvió a chocar con sus límites históricos, lo que se hizo evidente ya en el segundo gobierno de Cristina Fernández. Pero a diferencia de Menem, luego de las dos hiperinflaciones (1989-91), o de Néstor luego de la megadevaluación de Lavagna (2002), a Mauricio la realidad no le hizo el ajuste. Por lo tanto, para afrontar las tareas que le pedía la propia economía capitalista, el gobierno adoptó una estrategia gradualista.
Es decir, avanzar paso a paso con el consabido “sinceramiento” o reacomodamiento de las variables (tipo de cambio, tarifas, relaciones laborales, esquema impositivo, etc.). Pero para sostener el gradualismo, se precisa tiempo y, sobre todo, recursos.
Agotado el ciclo de la soja, al gobierno solo le queda la vía del endeudamiento. Cabe señalar que esto no es ninguna originalidad. Es lo que ha hecho en mayor o menor medida la burguesía argentina, bajo las administraciones de los más diversos signos políticos, para compensar los déficits de la acumulación. Incluso ya lo había intentado, con menor éxito, la gestión de Kicillof.
En este contexto, el gobierno se encuentra con dos grandes problemas. En primer lugar, a pesar de los mensajes optimistas que tratan de imponerse, la situación económica sigue siendo endeble. El déficit fiscal acumuló en 2017 casi 423 mil millones de pesos, un 4,3% del PBI, casi al mismo nivel que en 2016.
El gobierno podría decir que mantuvo estable este indicador luego de un lustro de erosión, pero esto se hizo a costa de incrementar el déficit financiero en medio punto (60 mil millones de pesos más en 2017), alcanzando un 6,5% del PBI. El rojo de la cuenta financiera es el mayor de los últimos años, un 30% más que en 2015. Los resultados del primer trimestre de 2018 no son muy distintos, ya que si bien se redujo el déficit fiscal, el financiero sigue incrementándose.
A su vez, la balanza comercial registró un saldo negativo de 8.471 millones de dólares, más del doble que en 2015. Peor aún, el primer trimestre de 2018 acumula un saldo negativo que dobla el del mismo período de 2017 y alcanza los 2.494 millones de dólares. El deterioro del saldo comercial se arrastra desde hace años debido a un doble proceso. Por un lado, la caída de los precios de los bienes que exporta la Argentina, básicamente commodities.
Los precios internacionales de los principales commodities y productos de exportación (soja y sus derivados, maíz, maní, trigo, carne, aluminio y otras mercancías mineras), a diciembre de 2017, acumulaban una caída de entre el 30 y hasta el 60% desde los picos de todos ellos en 2011-2012. La consecuencia fue que, sin variar los productos líderes y el volumen de las ventas al exterior, el valor de exportaciones ascendió a 83.000 millones de dólares en 2011, mientras que el último año fue de apenas 58.400 millones. Casi 25.000 millones de dólares menos.
* Damián Bil Dr. en Historia, investigador del CEUR-CONICET y miembro del CEICS. Es docente de la materia Historia Argentina III B de la carrera de Historia (FFyL-UBA)


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