13 febrero, 2019

Irán arrinconado por Thierry Meyssan

Estados Unidos se prepara para organizar el «Gran Medio Oriente» sin tropas ‎estadounidenses. Y en esa empresa capitalizará los errores que Irán ha venido cometiendo desde ‎hace 5 años para instaurar contra los chiitas una alianza militar judeo-sunnita que la ‎prensa ya ha comenzado a designar como la «OTAN árabe». ‎
En momentos en que el Pentágono se retira del «Gran Medio Oriente» (o «Medio Oriente ‎ampliado») para concretar la embestida contra la «Cuenca del Caribe», la Casa Blanca se dispone a ‎reorganizar sus aliados en la región. Con ese objetivo se realizará en Varsovia, el 14 y el 15 de ‎febrero, una «Reunión Ministerial tendiente a promover un Porvenir de Paz y Seguridad en el ‎Medio Oriente». Todos los aliados de Estados Unidos participarán en ese encuentro, pero ‎no estarán sus interlocutores: ni Rusia, ni China. ‎
El 10 de enero, durante una conferencia en la Universidad Americana del Cairo, el secretario de ‎Estado Mike Pompeo fijó los objetivos de la reunión de Varsovia:
- oponerse al «régimen iraní» y a sus «representantes»;
- instaurar una alianza estratégica entre judíos y sunnitas contra el Irán chiita [1].‎
La confesionalización de la política exterior estadounidense sólo puede interpretarse como algo ‎negativo. Ese proceso tiene que ver con el regreso de Elliot Abrams [2] al Departamento de Estado, después de 30 años de ausencia. Este ‎trotskista, quien se unió en 1980 a la administración del entonces presidente republicano Ronald ‎Reagan, es uno de los fundadores del movimiento neoconservador y también uno de los ‎iniciadores de la teopolítica, escuela de pensamiento que alía a los judíos y los cristianos sionistas, ‎para quienes la Tierra sólo alcanzará la paz cuando se dote de un gobierno mundial con sede en ‎Jerusalén [3].‎
Contrariamente a una idea preconcebida, los neoconservadores no son enemigos de Irán, pero ‎tampoco son sus amigos. Siempre han considerado que sería necesario mantener un equilibrio ‎entre árabes y persas. Fue así que Elliott Abrams participó en la «Operación Irán-Contras», que ‎consistió fundamentalmente en vender armamento israelí –a través del jeque Hassan Rohani, el ‎actual presidente iraní– al ayatola Hachemi Rafsandyani, quien se convirtió entonces en el hombre ‎más rico de su país, para enfrentar la agresión iraquí… igualmente orquestada por Washington. ‎Aquella operación se desarrolló a espaldas del Congreso estadounidense, razón por la cual Elliott ‎Abrams fue condenado… y posteriormente amnistiado por el presidente George Bush padre. ‎
Durante aquella época, Elliott Abrams estuvo implicado en diversas masacres perpetradas en ‎Guatemala, Salvador y Nicaragua. ‎
Los trotskistas de la revista del American Jewish Committee, Commentary, quienes al igual que ‎Elliott Abrams se unieron a la administración Reagan, pretendían tanto luchar contra la URSS –‎para continuar la lucha de León Trotski contra Stalin– como realizar un golpe de Estado mundial, si ‎es que tal cosa puede tener sentido. Elliott Abrams participó entonces en la creación del US ‎Institute of Peace –que instrumentalizó las causas humanitarias para promover el imperialismo– y ‎de la National Endowment for Democracy (NED), que llevó a cabo las «revoluciones de colores», ‎con el propio Elliott Abrams entre los directores de esos movimientos. Es en ese sentido que hay ‎que entender la teopolítica, como la justificación religiosa de una toma del poder a nivel mundial. ‎
‎El congreso fundador de la teopolítica fue financiado por la Izmailovskaya, organización criminal ‎rusa que –según la justicia española– contaba entre sus miembros a Michael Cherney, Oleg ‎Deripaska e Iskander Majmudov [4].‎
Bajo la presidencia de Bush hijo, Elliott Abrams volvió discretamente a la Casa Blanca y trabajó ‎con Liz Cheney –la hija del vicepresidente Dick Cheney. Desde el Consejo de Seguridad Nacional, ‎Elliott Abrams supervisó la intentona golpista contra el presidente de Venezuela, Hugo Chávez ‎‎ [5]. ‎
Aunque un poco tarde, Abrams se opuso al desequilibrio creado por Washington, que al eliminar ‎simultáneamente a los talibanes afganos y al presidente iraquí Saddam Hussein dio a Teherán la ‎posibilidad de imponerse en la región. Abrams trabajó en el «Grupo para la Política y las ‎Operaciones en Irán y en Siria» (Iran Syria Policy and Operations Group) y posteriormente ‎estuvo a cargo de la «Estrategia para la Democracia Global» (Global Democracy Strategy) ‎‎ [6]. Fue además el principal experto al servicio de la consejera de seguridad nacional ‎Condoleezza Rice durante la agresión israelí contra el Líbano, en 2006. ‎

La Conferencia de Varsovia

La «Reunión Ministerial tendiente a promover un Futuro de Paz y Seguridad en el Medio Oriente» ‎se desarrollaría bajo la copresidencia del secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, ‎y de la vicepresidente del gobierno polaco, Beata Szydlo, quien no sabe absolutamente nada ‎sobre la materia a tratar. ‎
Ya en este momento, considerando que los Estados implicados en la guerra contra Siria van a ‎obtener ciertos privilegios, Israel está reclamando la autoría de toda una serie de operaciones ‎antisirias que hasta ahora se había negado a comentar. El jefe del estado mayor israelí, general ‎Gadi Eisenkot, ha declarado –por ejemplo– que el Estado hebreo apoyó a los yihadistas desde el ‎inicio de los acontecimientos en Siria, que les hizo llegar cantidades de armas y que los respaldó ‎militarmente bombardeando las fuerzas de la República Árabe Siria. En resumen, ahora está ‎reconociendo oficialmente que Israel hizo todo lo que nosotros hemos denunciado durante ‎‎8 años desde este sitio web. ‎
Inquieto ante lo que pueda decidirse en Varsovia, Moscú ha enviado a Tel Aviv una delegación ‎de alto nivel para sondear a los israelíes. ‎

Los errores iraníes

Es importante tener en mente que Estados Unidos nunca ha luchado contra Irán en general, ‎pero casi siempre han escogido quién gobernaría ese país. En 1941, Estados Unidos ayudo a los ‎británicos a deponer a Reza Shah para poner en el poder a Mohamed Reza Pahlevi. En 1953, ‎fueron también los estadounidenses quienes obligaron el shah Mohamed Reza Pahlevi a eliminar al ‎primer ministro nacionalista Mohamed Mossadegh para sustituirlo por el general nazi Fazlollah ‎Zahedi. En 1979, también fueron los estadounidenses quienes empujaron al shah a dejar el trono y ‎organizaron el regreso del ayatola Khomeini.‎
Hoy en día, Irán se halla atrapado en sus contradicciones. Primeramente, está la contradicción ‎entre su discurso y la realidad. La República Islámica presenta constantemente a Israel y Arabia ‎Saudita como sus enemigos absolutos. Pero los hechos contradicen tanto la retórica de Teherán ‎como la de Tel Aviv y Riad. Por ejemplo, estos tres países lucharon juntos –en 1992-1995– ‎del lado de la OTAN y de los musulmanes de Bosnia-Herzegovina. Otro ejemplo, la empresa ‎EAPC, actualmente a cargo del oleoducto Eliat-Ascalón, es propiedad conjunta de Irán e Israel ‎‎ [7].‎
En segundo lugar, aunque cierran filas ante los extranjeros, los dirigentes iraníes están ‎extremadamente divididos entre el Guía de la Revolución (el ayatola Ali Khamenei), el presidente ‎de la República (el jeque Hassan Rohani) y el jefe de la oposición (el ex presidente Mahmud ‎Ahmadineyad, quien se halla en detención domiciliaria desde hace un año y cuyos principales colaboradores han ‎sido encarcelados después de ser sometidos a juicios secretos) [8].‎
Hacia el final del segundo mandato presidencial de Ahmadineyad, el presidente estadounidense ‎Barack Obama negoció secretamente en Omán con el equipo Rafsandyani-Rohani. Fue entonces ‎cuando se decidió la firma del acuerdo nuclear. El ayatola Khamenei arregló la exclusión del ‎candidato de Ahmadineyad a la elección presidencial, exclusión concretada por el ayatola Ahmad ‎Yannati, y favoreció la elección del jeque Rohani, probablemente sin conocer ciertos aspectos ‎del acuerdo que el propio Rohani había concluido con Obama. El jeque Rohani, apostando por su ‎acuerdo secreto con los demócratas estadounidenses, se anticipó al levantamiento de las ‎sanciones estadounidenses prometiendo a sus electores un periodo de bonanza económica. ‎Después de su elección como presidente de la República Islámica, Rohani desmanteló el sistema ‎que su predecesor, Ahmadineyad, había establecido para burlar las sanciones y fingió negociar ‎en Suiza con las grandes potencias todo lo que en realidad ya se había decidido únicamente con ‎Estados Unidos. ‎
Pero, después de la firma del acuerdo 5+1, el levantamiento de las sanciones nunca llegó a ‎concretarse. Al haber renunciado Rohani a las posibilidades de burlar las sanciones, la economía ‎iraní comenzó a desmoronarse. Cuando Donald Trump llega a la Casa Blanca y decide romper el ‎acuerdo con Irán, el pánico hace presa del gobierno de Rohani, que había cometido el error de ‎creer que Trump sería destituido rápidamente y que los demócratas volverían al poder en ‎Washington. El gobierno de Rohani rechazó la propuesta de negociación de Donald Trump y ‎ahora se encuentra en una situación en que Estados Unidos está estrangulando la República ‎Islámica en el plano económico. ‎
El jeque Hassan Rohani, quien hizo campaña en 2013 repitiendo constantemente que Irán ‎no debería dedicar ni un centavo más a la liberación de Palestina ni a respaldar al Hezbollah ‎libanés y a Siria, no ha hecho nada por esos aliados desde que fue electo. Poco a poco, los ‎Guardianes de la Revolución fueron dejando de defender Siria y sólo intervinieron en ayuda a la ‎minoría chiita. Teherán esperó casi 2 años antes de designar un embajador en Damasco y no fue ‎sino en diciembre de 2018 que el gobierno de Rohani envió a Siria varios altos funcionarios para ‎arreglar la firma de los acuerdos económicos pactados hace 5 años, acuerdos que ya ‎no corresponden a las necesidades actuales de los sirios. ‎
Tratando de convencer al ayatola Ali Khamenei para que sacara de Siria a los Guardianes de la ‎Revolución, el presidente-jeque Hassan Rohani se acercó a Turquía –con la que sus amigos ‎mantenían excelentes relaciones– y a Rusia. Pero el propio Rohani ya había negociado con ‎Estados Unidos y con Austria la venta de petróleo iraní a los europeos como reemplazo de los ‎hidrocarburos rusos. En todo caso, Irán, Turquía y Rusia efectivamente acercaron sus puntos de ‎vista. Sin embargo, la última reunión realizada en Teherán con los presidentes Vladimir Putin y ‎Recep Tayyip Erdogan fue un fracaso. Inmediatamente se realizó una reunión ruso-turca donde ‎los problemas se resolvieron sin los iraníes. ‎

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