http://www.laretaguardia.com.ar/2013/09/analia-argento-y-su-libro-sobre-la.html
(Por La Retaguardia) Dialogamos extensamente con la periodista Analía Argento sobre su última publicación en la que relata la experiencia de los hijos de los militantes montoneros que volvieron al país para la llamada Contraofensiva. Mientras sus padres regresaban al país (la mayoría fueron secuestrados y desaparecidos), los niños quedaron en una guardería de La Habana, al cuidado de otros compañeros de la organización.
Un niño corre y juega por el centro clandestino de detención tortura y exterminio ESMA, lo hace junto a su hermanita; tanto ellos como su papá y su mamá embarazada están secuestrados allí. Los chicos se llaman Marcelo y María de las Victorias. Una hermanita, Laura, nacería en la maternidad clandestina. Para la periodista Analía Argento se trata de una imagen que jamás podría haber pensado como posible. Una imagen que hace de puente entre su anterior libro “De Vuelta a Casa. Historias de hijos y nietos restituidos” y el reciente “La Guardería Montonera. La vida en Cuba de los hijos de la Contraofensiva”. “Cuando reconstruí la historia de los tres hermanos me crucé con el testimonio de Víctor Basterra que los había visto (en la ESMA durante su cautiverio), y después con otras personas que los habían visto en otros lugares antes de que retornaran al país y fueran secuestrados, y uno de los lugares donde habían estado esos niños fue la guardería montonera en La Habana. Y ahí empezó mi conocimiento sobre esta guardería y gran parte del trabajo que hice lo empecé a hacer pensando en esos dos nenes. Yo conocí mucho a Marcelo y María de las Victorias en el transcurso de mis dos investigaciones, y en un momento, cuando volvía de La Habana a la Argentina, necesitaba como decir que los traía de vuelta y que esta vez no los iban a secuestrar. La verdad que uno no les puede devolver nada, pero todo el tiempo a mí se me atravesaban ellos, chiquitos, en la ex ESMA, y no sé si esa imagen lo acompaña o lo persigue a Víctor Basterra”, reflexionaba Analía Argento al iniciar el diálogo con Oral y Público.
-Analía Argento: Sí, de hecho cuando estaba muy avanzada la escritura del libro tuve que reescribir toda la primera parte porque mi editora me decía que debía contar desde cero como un cuentito porque la gente por ahí no tiene la misma información que uno. En 1978 Montoneros aprueba realizar una operación que se llamó “contraofensiva”, a partir de la que regresarían al país varios grupos entrenados militarmente. La idea era pegar, como decían ellos, golpear en algunos focos o puntos sensibles que hicieran que la dictadura retrocediera y que al mismo tiempo la gente volviera a movilizarse, sobre todo los sindicatos. Entonces el objetivo era hacer una serie de acciones armadas contra representantes de grupos económicos o del gobierno de facto. En el libro menciono, contextualizo pero no avanzo tanto, no cuento en detalle la contraofensiva porque eso está contado en otros libros y porque además a mí lo que me interesa es el costado humano de los chicos, de los padres, por qué una mamá o un papá decide dejar a sus hijos en la guardería de La Habana para regresar al país y no poner en peligro a sus chicos, cómo alguien en función de su militancia política o de esta operación puede tomar como madre o padre esta decisión. En este caso, Montoneros hace una serie de reuniones en distintos lugares con sus militantes y también por ejemplo de las ligas agrarias, que estaban en países como España, Suiza, México a donde se habían ido huyendo de la dictadura pero que también querían volver a la Argentina para seguir luchando. De alguna manera, Montoneros recluta entre quienes estaban en el exterior los que vendrían al país, pero la orden que se les da es que no podían entrar con niños. De hecho, los niños que entran creo que son los que se muestran en la película Infancia Clandestina y puede ser que alguno más, pero el resto de los niños va a la guardería en La Habana, porque allí estarían protegidos. Algunos de los que participan en estas operaciones pueden volver a buscar a sus hijos y otros no porque fueron secuestrados, detenidos desaparecidos o asesinados en algunas de las operaciones. En 1980 se hacen otras operaciones y regresa también otro grupo grande de gente que deja a los chicos allá, pero después en algún momento, por ejemplo en junio de 1980 algunos vuelven al país con sus hijos como este caso de los Ruiz Dameri, y en algunos casos pudieron reinsertarse en la Argentina, por ejemplo en villas o fábricas, en distintos lugares para intentar una contraofensiva en este caso de lucha armada y no de activismo social.
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-OyP: Te vamos a llevar por algunas de las personas que vos describís en el libro. Por ejemplo, Miguel Binstock, que es quien te dijo que no fueras a La Habana a buscar un lugar físico.
-AA: Si, fue muy fuerte eso. En los libros aparte de información cuento mucho lo que percibo, lo que me transmiten los entrevistados. En las entrevistas se genera a veces un vínculo o una confianza tal que me cuentan cosas a veces muy íntimas y sentidas. En el caso de Miguel, que es el hijo del primer responsable de la guardería, era en ese momento un bebito y como muchos hijos volvió después a Cuba. Antes de que viajara yo, su papá Edgardo me dijo que me sentara con él porque estaba bueno que me dijera en qué lugares estuvo, dónde quedan, cómo llegar. Me senté entonces con Miguel, la idea no era hacerle un reportaje, él llevó su netbook, me mostró fotos de cada lugar que visitó, y yo anotaba obsesivamente porque me iba diez días a La Habana y no me quería perder nada. Fue muy intenso porque aparte él me mostró fotos de su mamá. Ese día llovía mucho, era un día muy especial. En el momento en que me estaba por ir, me dijo que no vaya a Cuba a buscar una casa, y le dije que iba justamente a buscar eso, la primera casa donde funcionó la guardería y que nadie había podido encontrar, le dije que yo quería encontrarla. Le pregunté qué tenía que ir a buscar entonces, y me contestó que lo que tenía que ir a buscar era qué significó para cada uno. Le consulté qué había significado para él y me dijo que la guardería fue el último lugar donde estuvieron su papá, su mamá, su hermana y él, los cuatro juntos. La mamá no volvió a la Argentina, no se quería separar de los chicos y como era una de las encargadas de la guardería no tenía obligación de hacerlo, pero en un momento fue necesario que ella hiciera una operación en Brasil y la secuestran cuando llega al aeropuerto de Río de Janeiro. -OyP: Hugo Fucek o la Tía Porota
-AA: (se ríe) Todos me hablaban de la Tía Porota y algunos preguntaban si era travesti, pero no, era un militante montonero que la orden que le dieron -era bastante verticalista la conformación del ejército montonero-, era que tenía que ir a la guardería de La Habana y cuidar a los chicos y entretenerlos. Yo digo que a algunos les tocó volver a la Argentina a luchar y a él ponerse polleras. Lo digo un poco en chiste porque como había algunos chicos muy pequeñitos, bebés incluso, cuyos papás estaban en la Argentina, fue muy difícil para los chicos estar allá. Bebés, niños de dos o tres años y no ver por varios meses a sus papás. Y entonces Hugo Fucek se disfrazaba de mujer al mediodía y mientras los chicos comían él decía que era la Tía Porota y los entretenía, y los más chiquitos se divertían con los chistes que él hacía y los más grandes se divertían tratando de sacarle el disfraz para que los chiquitos descubrieran que era el tío Julián, porque así se hacía llamar, y que tenía bigotes. -OyP: Es conmovedor el relato que hacés en el libro del acto que se realizó en la cancha de Vélez, donde te encontrás a Fucek y empezás a rastrear a ver quién más de la guardería estaba allí.
-AA: Era el acto de Cristina Fernández del 27 de abril de 2012 en recuerdo del triunfo de Néstor Kirchner. Incluirlo en el libro fue una cosa que tuve que pensar mucho, y en un momento tomé la decisión de hasta dónde me involucraba yo y la verdad que a mí este libro me hizo cambiar muchas cosas. A los dos libros los sentí mucho, pero en el anterior hay una parte que conmueve mucho pero que lo lees y yo no figuro en el relato, que es cuando acompañé al Pozo de Banfield a Carlos D´Elia Casco, que había nacido ahí. La verdad que yo en un momento tuve tal empatía con él y con todo lo que estaba pasando que la verdad que no sentí lo mismo porque él es una víctima y yo una simple testigo que lo acompañaba pero se generó una cercanía tal que vas conociendo tanto a tus entrevistados que acompañarlos a un lugar tan significativo te genera cosas, porque además yo también estoy parada desde un lugar frente a lo que ocurrió en la dictadura y entrar a una maternidad clandestina es horrible. Y en este caso me pasó lo mismo, pero acá decidí escribirlo porque la verdad que para mí era muy fuerte porque había cosas que me conmovían como por ejemplo ir al acto ese en la cancha de Vélez y estar entre miles y miles de personas, y en ese caso me iba a encontrar con Mario Javier Firmenich, el hijo del número 1 de Montoneros, que llegaba con La Cámpora de Córdoba, y entonces voy a la tribuna donde estaban, subo y en el decimonoveno escalón levanto la vista y está Hugo Fucek, la Tía Porota. Le pregunto qué hacía ahí porque era la tribuna de jóvenes, y entonces me cuenta que había ido con unos compañeros de Lanús, pero estaba ahí en esa tribuna. Antes de salir yo había visto por las redes sociales que muchos de los chicos de la guardería habían puesto que estaban yendo a Vélez. Y yo sabía que él a muchos no los había vuelto a ver desde esa época, entonces estaba yo como nexo y no sabía qué hacer, si llamarlos y hacerlos venir, pero yo estaba ahí para ver lo que pasaba no para producir hechos que ocurran para que yo los cuente. Pero fue muy fuerte porque lo vi a Fucek muy emocionado. Les pasa mucho a los adultos que estuvieron en la guardería cuando ven a los jóvenes porque muchos de los que estuvieron en la guardería hoy son militantes o tienen algún tipo de compromiso social en distintas organizaciones o profesiones.
-OyP: Algo que vos rescatas como un denominador común que es que los que hoy tienen hijos chiquititos no se separan de ellos ni por un instante.
-AA: Yo digo que son koalas, van con los chicos colgados. Me pasó con el hijo de Firmenich, que lo conocí un día acá en Buenos Aires y me dijo: ‘me vuelvo esta misma noche, tengo tres hijos’. O Fernanda Raverta, que es diputada por la provincia de Buenos Aires y es de Mar del Plata, y en lugar de ir y venir de Mar del Plata a La Plata mudó a toda su familia a La Plata. Hay un desarraigo de los chicos porque también dejaron Mar del Plata para seguir la carrera política de la madre, pero como me decía Benjamín Ávila, el director de la película Infancia Clandestina, ‘todos vivimos un poco el destino de nuestros padres y nuestros hijos también viven nuestro destino o nuestras elecciones’. Quizás no son tan fuertes, ni tan drásticas o tan límites como las que vivieron ellos, pero uno también lleva o arrastra a sus hijos a distintas situaciones.
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Víctor Basterra: Lo de la guardería en La Habana lo conocí posteriormente, porque en ese momento en la ESMA no se hablaba de esas cosas. Incluso en algún momento estando en México, cuando fui por el caso de Ricardo Miguel Cavallo, los compañeros me llevaron a una que hubo en ese país, y a mí siempre me quedó una especie de duda, porque sabía ya en ese momento de la existencia de la guardería de Cuba pero no sabía de la de México.
-AA: En México había una casa, en Nicaragua también, hubo en España. Lo que tiene la guardería de Cuba es que fue en el marco de la contraofensiva y hubo chicos que se quedaron mucho tiempo. Creo que alguien me comentó que en México están haciendo un trabajo, una tesis o algo así, y el tema es que en estos países como muchos de los militantes a veces se ausentaban, viajaban, iban dos días a algún lado o por ejemplo tenían que hacer algo y no tenían parientes en ese país, en esos casos los amigos eran los compañeros, entonces había casas donde dejaban a los chicos y entre todos los compañeros cuidaban a los hijos de los demás. Eso también es muy fuerte. El vínculo de lo que ellos llamaban tíos, como incluso muchos decían que si les llegaba a pasar algo que preferían que los cuidaran compañeros y no familiares, algo que la conducción de Montoneros no aceptó porque era como una apropiación, lo que después se le cuestiona a los militares. Yo cuento la historia de una nena, Selvita, que sus papás habían escrito una carta pidiendo que si les pasaba algo que la cuidarán unos compañeros, y la abuela accede en ese caso, entonces con la autorización de la abuela estos compañeros cuidan a Selvita y son ellos los que la llevan a México y después a la guardería en Cuba. También está la historia de una niña en la guardería de la que se planteó toda una discusión y finalmente la fueron a buscar los abuelos, porque la línea que había bajado Montoneros era que por más que la mamá hubiera querido que la cuidaran compañeros si estaba secuestrada-desaparecida había que recuperarle el vínculo con su familia biológica.
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-OyP: En la mirada que le ponés al libro no hay un intento de juzgar si estuvo bien o mal. Es distinto al libro “El tren de la victoria”, pero también es cierto que la historia de Cristina Zucker estaba cruzada por lo personal, por lo traumático que había sido lo que ocurrió con su sobrina, la hija del Pato Zucker.
-AA: Yo lo digo en el libro, blanqueo todo, uno tiene que ser sincero con el lector, escribo desde un lugar, siento tal cosa, y hago tal cosa y no otra porque pienso lo que pienso. Quién soy yo para juzgar, además yo soy una persona que hoy tiene 43 años, en la época de la contraofensiva tenía nueve; yo lo que quiero entender es al ser humano, por qué hace determinadas cosas y que siente y qué le pasa. Algunos demonizan a estos padres y madres que dejaron a sus hijos, y yo no tengo ninguna duda de que eran personas que amaban a sus hijos porque podrían haber decidido no tenerlos y algunos tenían muchos o varios, y no era que tenían hijos porque no se dieron cuenta, eran hijos deseados, queridos, buscados y había un compromiso, una lucha, una militancia en familia, eso es lo que me dicen todos. Yo dejo que el lector cuanto termine de leer el libro desde su lugar diga si lo haría o no, o que lo juzgue si quiere, yo le doy todos los elementos pero no voy a ser la persona que tire la primera piedra. No me parece que tenga autoridad para hacerlo, por mi edad, porque no viví ese momento. Lo que sí yo puedo hacer es reconstruir lo que cada uno de esos personajes de la historia sintió, vivió o me transmitió, eso es lo que yo tengo como tangible. Además, estoy contando la historia de gente de carne y hueso, que la veo, que hablo con ellos, que se emocionan, me miran a los ojos, lloran, me abrazan, sienten, les pasan cosas. A la mayoría les muestro si quieren ver previamente cuando me cuentan cosas íntimas porque no estoy entrevistando a un político al que le quiero contar las costillas a ver si hizo bien o mal algo, estoy contando la historia de hijos, madres, de gente que sufrió mucho, de padres, hermanos, y entonces a mí me parece que hay que ser muy cuidadoso. Me ha pasado que por ahí había puesto una palabra en un texto que decía que una persona sentía un abandono y cuando lo leyó me dijo que esa palabra era muy fuerte; y a veces los periodistas tenemos la tendencia a usar palabras fuertes, y a veces coinciden con la realidad o la percepción de la realidad que tenemos nosotros y los demás, y a veces pueden ser hirientes, entonces en eso soy muy cuidadosa. De todos modos, también tengo que decir que salvo cositas así en los dos libros me pasó que los protagonistas fueron muy respetuosos también de mi trabajo y se brindaron absolutamente. Por ejemplo el hijo de Firmenich, que teniendo un apellido tremendamente potente me contó cosas muy fuertes y algunas muy tristes y muy duras, cuando le dije que iba a incluir en el libro cosas íntimas me dijo que confiaba en mí, ‘vos sos periodista, vos escribí lo que a vos te parezca’ me dijo, y no lo leyó hasta que estuvo impreso. Eso me parece de una generosidad enorme para personas que han sufrido tanto, y estoy hablando del hijo de Firmenich, que nació en la Cárcel de Devoto, a los cinco meses de vida fue llevado a un orfanato en Córdoba y vivió cinco años sin saber si tenía madre o padre. Lo escondieron para que no lo apropiaran, pero además le ocultaron la verdad. Él se enteró a los cinco años que tenía una mamá y un papá, que no era huérfano, ni abandonado.
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Analía Argento afirmó que sus dos libros le han generado muchas cosas. Por “De Vuelta a Casa” la llamaron a declarar en el juicio por el Plan Sistemático de Robo de Bebes. Además, el Ministerio de Educación de la Nación compró la publicación para enviar a muchas bibliotecas de escuelas secundarias, lo mismo la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares. “No es que uno va a decir que vayan a comprar mi libro, yo quiero que lo lean, y si alguien no lo puede comprar que pruebe en bibliotecas populares o en el colegio. Muchos también se lo prestan. Por cada libro que se compra, lo leen cuatro personas y eso está bueno”, señaló la periodista.
Por “La Guardería Montonera”, conoció por ejemplo a La Colmenita de Cuba, un grupo de teatro social, que trabaja con chicos de entre cuatro y dieciséis años con teatro, música, baile, canto: “me enteré de que se estaba haciendo en coordinación con Cuba los mismos grupos aquí, y yo tengo mellizas que ahora tienen siete años y las llevé a ese grupo, y están invitados al Arte Urbano y Memoria 2013, que es una fiesta que se hace en la ex ESMA, con danza urbana, fotografía, música, murales. Saber que mis hijas de siete años van a bailar y cantar en la ex ESMA me hace pensar mucho en esos chicos, y vuelvo a esa imagen de Marcelo y María de las Victorias que vio Víctor, y aunque duele seguir entrando, lo hacemos de otra manera, y pensar que estos niños van a ir a cantar y a llevar su magia a mí me genera mucha esperanza; y digo que se perdieron muchas cosas pero seguimos de pie”, reflexionó Argento.
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El libro “La Guardería Montonera. La vida en Cuba de los hijos de la Contraofensiva” de Analía Argento va en el mismo sentido que el programa radial Oral y Público: develar algunas historias que están guardadas en forma quizás inexplicable y que, actualmente, con la relectura sobre aquellos años, hay muchos colegas, como Argento, que han dedicado años de su vida a investigar, pensar y dejar registro de aquel ayer tan cercano.
Este libro está elaborado no solo con precisión, sino también con una sencillez y sensibilidad que transporta al lector, como bien le sugirió Binstock a la autora, no a un lugar físico, sino a ese lugar que fue la guardería en ese tramo de la historia.
Este libro está elaborado no solo con precisión, sino también con una sencillez y sensibilidad que transporta al lector, como bien le sugirió Binstock a la autora, no a un lugar físico, sino a ese lugar que fue la guardería en ese tramo de la historia.
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