SÍDNEY — Aunque desde hace décadas enfrenta una serie de escándalos de abuso sexual, la iglesia católica de Australia proyecta fortaleza.
Por toda Australia, han permanecido abiertas más parroquias católicas que en otros países que han sufrido escándalos de abuso, y las escuelas católicas siguen llenas de niños —principalmente debido a la destreza legal y financiera del clérigo más prominente de Australia, el cardenal George Pell—.
Sin embargo, en la iglesia australiana no están vacías las cuentas bancarias, sino las bancas de las iglesias.
En diciembre, Pell fue condenado por haber abusado sexualmente de dos niños del coro en la década de los noventa, un hecho que lo convirtió en el clérigo católico de más alto rango en el mundo en haber sido encontrado culpable de ese crimen. El 13 de marzo, Pell fue sentenciado a seis años de prisión.
Incluso al compararla con otros países que enfrentan escándalos de abuso de muchos años, en Australia es extraordinario el declive de la asistencia a la iglesia: en la década de los cincuenta, el 74 por ciento de los católicos de Australia iba a misa semanalmente. En 2011, tan solo el 12 por ciento de los 5,3 millones de católicos en el país fue a misa de vez en cuando (ni siquiera una vez a la semana), y se espera que esta cifra caiga de nuevo cuando se publiquen los datos de este año.
El éxodo en Australia es una deserción mucho más dramática que la de Estados Unidos, donde el 39 por ciento de los católicos asegura asistir a la iglesia al menos una vez a la semana, según una encuesta de Galluppublicada el año pasado, o la de Irlanda, donde la asistencia semanal ha caído a un 44 por ciento.
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