Fue uno de los grandes criminales de guerra nazis. Con sus demenciales pruebas con los presos, se ganó el sobrenombre de 'Ángel de la Muerte'. Y se salió con la suya: escapó, nunca fue juzgado y murió ya viejo en Brasil.
“Cómo odiábamos a ese curandero. Profanó la sagrada palabra ciencia. Cómo odiábamos su pelo peinado con raya, su altanería, sus silbidos continuos, sus órdenes absurdas y su fría crueldad”. La enfermera rumana Olga Lengyel describió así en una entrevista a quien fuera su jefe en el campo de concentración de Auschwitz, el doctor Josef Mengele (1911-1979), cuyo nombre continúa siendo hoy sinónimo de barbarie, locura y muerte.
Tras estudiar Medicina y doctorarse en 1935, Mengele se afilió al partido nazi en 1937. Al principio de la Segunda Guerra Mundial, fue enviado al frente del este, pero su experiencia bélica fue corta, porque en 1942 regresó a Alemania para trabajar en el Departamento Central para la Raza y la Repoblación. Después, pidió como destino el campo de concentración de Auschwitz, en Polonia, para proseguir allí sus experimentos sobre genética y eugenesia.
l demonio en su infierno particular
El Auschwitz que Mengele halló en mayo de 1943 era una inmensa cárcel de varios kilómetros de extensión, rodeada de alambradas, con cinco crematorios y varias cámaras de gas. Albergaba a 140.000 prisioneros. La sensación de entrar allí por vez primera fue bien descrita por el doctor húngaro y judío Miklós Nyiszli, al que Mengele empleó como ayudante: “Una inmensa chimenea cuadrada hecha de ladrillo rojo se elevaba como un huso hacia lo alto […]. Una ligera brisa trajo el humo hasta mí. La nariz y luego la garganta se me llenaron del hedor nauseabundo de carne quemada y pelo chamuscado”.
El recién llegado Mengele destacó enseguida por sus métodos expeditivos. Se hizo construir un laboratorio donde perpetró sus experimentos. Todo empezaba con las selecciones de las nuevas remesas de prisioneros. Dos médicos los examinaban y elegían los aptos para trabajar y los que debían morir. Uno de ellos solía ser el propio Mengele. Participaba en este proceso porque buscaba gemelos con los que trabajar. Por ejemplo, quería usar la genética para producir partos múltiples de niños con rasgos arios. Pero ese era solo uno de sus siniestros sueños. Estos son, quizá, sus diez trabajos más terribles.
Torturas de pesadilla
1. Mediante inyecciones de productos químicos, intentaba cambiar el color de los ojos de algunos niños para que fueran azules.
2. Intrigado por los siameses, cosió a dos niños por la espalda para analizar su progresión. Ambos murieron por infecciones fruto de la operación.
3. Era un firme defensor de la raza aria. Para preservarla, desarrolló nuevos métodos de esterilización en mujeres, dolorosos y a veces letales.
4. Estudió si resultaban viables las transfusiones sanguíneas entre gemelos. La mayoría de los que usó fallecieron a causa de las pruebas.
5. Inyectó a varios presos gérmenes letales para estudiar sus efectos. Los nazis investigaron con mucho interés las armas biológicas.
6. Para conocer las reacciones físicas y mentales de una persona ante un cambio de sexo, hizo esa operación a niños, principalmente gemelos.
7. Obligó a hermanos a mantener relaciones sexuales, con el objetivo de estudiar la
calidad de los hijos resultantes.
8. Como los gemelos estaban acostumbrados a vivir juntos, Mengele encerraba a algunos y esperaba a ver cuál soportaba más tiempo la soledad.
9. Seccionó los muslos de varias prisioneras asesinadas para utilizarlos como material de cultivo en su laboratorio.
10. Obligó a una madre lactante a cubrirse con esparadrapo los pezones para calcular cuánto tiempo podía vivir un recién nacido sin alimentarse.
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