18 marzo, 2019

Éramos felices y llegó la policía por Pablo Bruetman

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Pipo tiene golpes por todos lados: en la cara, la nariz, los ojos, las rodillas. Ahora se afeito y se encontró con más moretones. Dice que la espalda le quedó negra. Ya no sabe bien si es por cómo durmió en la comisaría o por los golpes de los bastones. Le pegaron y lo detuvieron. Como pasa a diario en la ciudad que gobierna Horacio Rodríguez Larreta: para el trabajador precarizado nada de ayuda, solo palos. Pipo ya tiene 61 años y siempre vivió haciendo artesanías con el cuero. “Es mi forma de vida, no conozco otra. Antes cuando venía un gobierno liberal como este me iba a otro país pero ahora ya estoy grande y no puedo”, se lamenta. Quisiera vivir tranquilo y debería poder: sus hijos ya son grandes y a él con lo que sacaba de dinero en la feria de San Telmo le alcanzaba para una vida sin lujos pero tranquila. La vida que él quiere tener y el Gobierno de la Ciudad busca prohibirle.
Tranquilidad también es la que buscaban Ana y Emilio al pasar un domingo por la Feria de San Telmo. O al menos un poco de descanso. Pero también terminaron con golpes y en la comisaría. Todo por no mirar para el costado. “A mi en lo personal no me parece no hacer nada, si están vulnerando los derechos de las personas: había un montón de gente lastimada, por eso nos acercamos demasiado, no queríamos mirar para el costado”, explica Ana. La solidaridad no la comprendió el comisario Benítez: “¿Qué están haciendo acá? Fuera, no tienen nada que hacer”, les ordenó. “Me puse a gritar como loca porque no pensaba que me podían detener, tenía derecho de presenciar lo que estaba pasando, ni siquiera filmaba. Mi marido gritaba que me soltaran, que no teníamos nada que ver, que sólo estábamos paseando y le contestaban ‘¿para qué la traes a pasear? Como si él me trajera a mí, como si yo siguiera sus órdenes. ¿Yo no podría haber ido por mis propios medios?”, se pregunta Ana y denuncia un ambiente de violencia machista tremendo; encima después a Emilio le gritaba: “Vení cagón, vení cagón”.
Antes de los palos, había aprendizaje, autogestión y lo que siempre elogian los gobiernos de Cambiemos: emprendedurismo. Artesanos y artesanas, al no estar habilitados para vender por la decisión del Gobierno de la Ciudad hacen talleres “para mostrar que somos productores, si bien Defensa no es una feria netamente artesanal, los que nos unimos somos artesanos, y tratamos de darle una mano al que no lo es para que empiece a producir algo”, cuenta Pipo. 
Antes de la policía, había fiesta. “Vivo acá desde que tengo un año, la feria siempre fue una fiesta, compartir y bailar con vecinos laburantes y artesanos. Siempre fiesta”, dice Tomás, a quien el sentimiento lo llevó a bajar de su casa e ir a bancar a los artesanos.También terminó preso.



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