"El veredicto de este juicio va a ser un punto de referencia para muchas cosas que tienen que ver con la banalización de los Derechos Humanos", dice Víctor Basterra. Y explica que espera la sentencia del juicio por la megacausa ESMA que se conocerá el miércoles con más realismo que optimismo. El sobreviviente de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) viene aportando datos desde 1984, cuando poco después de salir del más emblemático centro clandestino de detención de la dictadura cívico-militar, denunció todo, y aportó nombres y las fotos de cerca de 90 represores que retrató como parte del trabajo esclavo al que fue sometido en su cautiverio y que logró sacar a escondidas.
En la plaza de su barrio de Tolosa, en La Plata, Basterra recordó su paso por la ESMA a días de que el Tribunal Oral Federal N° 5 dicte el veredicto en una causa que comenzó el 28 de noviembre de 2012, hace exactos cinco años. "Mi primer intento de que parte de esa historia del plan sistemático de tortura y exterminio se conozca fue en mayo de 1984 cuando la llevé a la Conadep", recuerda.
El 29 de noviembre comenzará a cerrar –en parte– esa historia. Los jueces Daniel Obligado, Adriana Palliotti y Leopoldo Bruglia deberán decidir la suerte de 54 imputados, entre los que hay genocidas de la talla de Jorge "Tigre" Acosta y otros integrantes del Grupo de Tareas 3.3.2 como Alfredo Astiz, Ricardo Cavallo o Jorge Magnacco. La particularidad del juicio es que investigó también los vuelos de la muerte, por los que están imputados los pilotos Mario Arru, Alejandro D'Agostino, Francisco Di Paola y Julio Poch, y el mecánico Rubén Ormello.
Otra característica es que analizó el centro que tuvo actividad durante toda la dictadura, desde 1976 a 1983. Por eso, el testimonio de Basterra es clave: fue detenido en agosto de 1979, el año en que Acosta y el GT 3.3.2 cedieron el lugar preponderante a la Inteligencia Naval.
"Yo fui secuestrado en la ESMA en el año '79 junto con la que era mi compañera, Dora Laura Seoane, y mi hija, María Eva Basterra, que tenía dos meses. Ellas fueron liberadas a la semana, y a mí, por mi condición de gráfico y fotógrafo, me sacan de la Capucha, que era la antesala de la muerte. Era gráfico especializado en valores bancarios, y en 1980 se instaló el procedimiento de utilizar medidas de seguridad de impresión en la documentación, que antes sólo se usaba en los cheques, y eso de alguna forma me salvó la vida. Les vino bien porque tenían un tipo con conocimiento del tema para la falsificación de documentación. En eso estuve cuatro años y medio", recuerda. En diciembre de 1983 fue liberado, pero la Marina lo vigiló hasta agosto del '84.
foto tiempoar-
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